es la sensación que da la gestión del Gobierno en España en esta crisis sanitaria del coronavirus. Diariamente las decisiones que nos imponen son “susto o muerte”. Un jeroglífico en forma de desescalada unida a mensajes de oscuros pensamientos por parte de Pablo Iglesias, el socio tóxico, que quiere aprovechar el tirón del virus para hacer la mayor subida fiscal de la historia. Ya hablan de la “tasa Covid” como punta del iceberg. Quieren construir una fábrica de pobres, para su gozo y disfrute.Mientras tanto la ciudadanía se cuestiona si quedarse en casa para morir de pena y arruinado o arriesgarse a contagiarse y seguir viviendo. Todo esto como resultado de la incapacidad de liderar una situación como esta. Algunos pensaban entrar en el Gobierno para hacerse unas fotos y se han encontrado dentro de una crisis con cientos de miles de muertos. Así no podemos estar mucho más tiempo. ¿Hablamos de los test? Mejor que no.

¿Nos merecemos esto los españoles? España ha demostrado ser un país que ha superado a sus gobernantes. No están a la altura. Unos por ser de la izquierda impostora, izquierda de salón que tiene miedo a utilizar la palabra España ( lo dice Alfonso Guerra ) y otros que no quieren que se les asocie al que se queda sólo por su arrogancia y alumbrado por el foco de la mala gestión. Unos por otros y la imagen que estamos dando al resto de Europa y el mundo es de esa “España de pandereta” que no es cierta ni tiene sentido. No tiene cabida en la España actual competitiva. Con una ciudadanía líder en disciplina y comportamiento, capacidad y solidaridad. Además cuyas empresas perfectamente cualificadas y preparadas para abastecer de material sanitario se lo tienen vender a otros países porque el Gobierno de España lo compra vía intermediarios de dudosa reputación.

Es más importante por lo visto perseguir, amedrentar, coaccionar y amordazar a los periodistas que son críticos con el Gobierno como estos días ha sido perseguido Pablo Motos (El Hormiguero). Estamos en una intentona del amigo Iglesias -“maestro de la sospecha”- en modo Marx que reivindicaba la lucha de clases, la revolución del proletariado y la abolición de la economía capitalista. Se sirve como hizo en su día Marx -corta y pega el muchacho-, de la praxis revolucionaria para ofrecer una ética en clave de libertad social y económica. Pero claro, es descarado ese mensaje típico que fracasó : “Que se reparta todo entre todo el mundo pero lo mío que nadie lo toque”. Fomenta y empuja para llevarnos a esa idea que se tradujo en una auténtica dictadura de Estado con las terribles consecuencias vividas en Europa en la mitad del XX. Mientras tanto Pedro Sánchez persevera en su pervertida versión de la “soledad del poder” que Nietzsche defendería en su obra “Voluntad de Poder” para llegar al “Superhombre”.

Dentro de la poca credibilidad que ofrece el Gobierno y del escenario negativo que tenemos se abren esperanzas de futuro. El paisaje digital del país está cambiando a marcha forzada y se abrirán nuevas oportunidades. A partir del “día después” -que llegará- tendrán lugar cambios culturales que potenciarán aún más el desarrollo de las tecnologías. Algo bueno tendrá todo este calvario. Por Dios que abran ya los bares, que no nos quiten “lo bailao” y vaya ud condió.

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