El puente de la Purísima

ES la disputa de siempre. De la Constitución o de la Purísima. En cierta forma da igual ya que este puente que cruza los días que van desde del 6 al 8 de diciembre no existía antes de la promulgación de nuestra Carta Magna. Es decir, que antes de que el día 6 quedara marcado en el calendario como día festivo, no existía el puente. Era la festividad de la Purísima y problema solucionado. Es más, de tener que llevar un nombre, más razón podría tener la Constitución que la Inmaculada, pues el puente se crea gracias a ser el día 6 la jornada en la que estaban llamados los españoles a votar la Constitución en el año 1978.

Pero en cualquiera de los casos, la Purísima, para el cristiano, es la celebración que le da forma a estos días que siempre hemos vivido rodeados de pestiños, golpeando una pandereta y cantando los parabienes del ‘Marinerito Ramiré’.

El reportaje que acompaña a esta columna ya refleja que, cuando la Señora del barrio de Las Viñas regresaba a su casa, ni el encendido cerebro del más creativo de los hombres que pueblan la Tierra podría imaginar, en la peor de sus pesadillas, que vendría una pandemia con miles de muertos, cientos de miles de enfermos y una crisis solo semejante al volumen de mamut. Con todo, nuestras vidas ya no sean las mismas cuando salgamos de la batalla contra el bicho.

Las hermandades no son más que instituciones que evolucionan al mismo ritmo que la sociedad. No están exentas de todo lo que ocurre a su alrededor. La verdadera lectura que se podría hacer en el puente de la Purísima o de la Constitución —llámelo usted como quiera— es que los cofrades hemos aprendido a ser un poco más solidarios y maduros, en la parte más positiva, y que tendremos que arremangarnos la camisa bien arriba porque la pospandemia será igual que una posguerra. Habrá que echar mano de la imaginación y habrá que trabajar duro para volver a lo que siempre fuimos. Costará, como diría Churchill, sangre, sudor y lágrimas. Pero lo conseguiremos. Que nadie lo dude. Y estamos convencidos porque la Purísima está con nosotros y nos acompañará en este complicado sendero que tenemos por delante.