El 8M debilita a Sánchez

El feminismo ha tomado el relevo al sindicalismo en las convocatorias masivas. Su desunión le quita fuerza

El movimiento feminista tomó hace tiempo el relevo al sindicalismo en las convocatorias masivas. Hubo un momento en la transición en el que el movimiento sindical concitaba adhesiones multitudinarias. Las manifestaciones unitarias del 1 de mayo tenían alta participación. Después se produjeron desencuentros entre los dos grandes sindicatos, que convocaban cada uno por su cuenta, o entre mayoritarios y minoritarios. Incluso acabó el sobreentendido de que Comisiones Obreras era el sindicato del PCE y la UGT la central del PSOE. El antiguo abogado laboralista Felipe González dejó de asistir a la manifestación ugetista de Madrid en 1985. (Al borbollista Pepe Caballos, recién elegido secretario provincial de Sevilla, lo fulminó Alfonso Guerra por criticar esa ausencia). Nicolás Redondo y Antón Saracíbar dimitieron como diputados socialistas en 1987 por discrepancias con la política económica del Gobierno. Batallas antiguas y otras más modernas provocaron un notable descenso en la afluencia de público los 1 de mayo.

Hay paralelismos. Pedro Sánchez no acudió este año a la celebración del Día Internacional de la Mujer en el Ministerio de Igualdad. En varias capitales españolas, como Madrid o Sevilla, hubo dobles manifestaciones. Y la pugna entre los partidos de la coalición de izquierdas por abanderar el feminismo reduce la participación. Síntoma de visiones muy dispares: frente al empeño de las feministas históricas en eliminar las diferencias de género, las modernas quieren convertir el género en una identidad.

Desde el Ministerio de Igualdad se demoniza a todo disidente y se arrogan la representatividad de "todas las mujeres de España". En el debate del martes en el Congreso para modificar la ley sólo sí es sí hubo alta tensión. La portavoz socialista se mostró cansada de las peroratas e hipérboles de Podemos y pidió a sus socios madurez. La respuesta fue tremenda: la portavoz morada acusó a los socialistas de traición, vergüenza y aliarse con un puñado de fascistas. Después, la manifestación transcurrió con menos drama que la soledad vivida el día anterior por Irene Montero, sola en el banco azul con la única compañía de Ione Belarra.

Pero ese no es el único desamparo en el Gobierno. Pedro Sánchez sale de este rifirrafe debilitado en su autoridad: no puede cesar a la ministra, ni ella se va a ir como Redondo. La votación para tramitar la modificación la ley de libertad sexual ha tenido un abultado resultado aritmético y un escaso provecho político.

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