La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El dolor es sagrado

Ponga la fotografía de la Amargura en el cajón junto a la de la despedida en Ucrania

La pandemia no acaba de irse y ayer se notificaron 26 muertes en Sevilla, la cifra más alta en la sexta ola. Tras 77 años vuelve a haber guerra en Europa. En Ucrania se reproducen desgarradoras escenas de adioses y de dolor como las que vimos durante la Guerra de los Balcanes. Conservo desde entonces la fotografía de un padre y una hija poniendo sus manos a los dos lados del cristal de la ventanilla del autobús en el que se llevaban a los niños para ponerlos a salvo. La enmarqué, porque era frágil papel de periódico, poniéndole a un lado la foto de la Amargura salvada en el cajón y al otro la del Gran Poder de Roberto Pardo para recordarme que todo dolor -especialmente el de los niños- es sagrado; y porque no conozco dos imágenes más poderosas de la Virgen como representación del dolor de todas las madres -judía en campo de exterminio, siria en un campo de refugiados, bosnia musulmana de Srebrenica- y de la misericordia de Dios contemplando con pena y compasión infinitas el despliegue de la maldad de los hombres. Ahora, a esa fotografía he añadido la de otra despedida provocada por la invasión de Ucrania: otra vez manos sobre el cristal de un autobús, dibujando un corazón sobre el vaho que empaña la ventanilla.

Viene a cuento lo de la unión de estas fotografías de dolor a las de la Amargura y el Gran Poder porque hoy están en veneración -permítanme citar solo los más míos o de los míos- el Calvario, el Señor con la Cruz al Hombro del Valle y Fundación, y habrá funciones de instituto o solemnes en la Amargura, el Cautivo, el Amor y el Cachorro. ¿Sobra todo esto en tiempos tan recios? Solo si estas cosas se viven como si las hermandades fueran peñas o agrupaciones carnavaleras, la Semana Santa un chimpún vacío de devoción y emoción, el culto a las sagradas imágenes un escaparate de vanidades y de extravagantes invenciones. Para quienes los viven en serio estos cultos, lejos de ser afición, diversión y degradado folclore que ofende tanto dolor, son más necesarios que nunca.

Lo comprenderán si ven hoy el salmo suspenso del Calvario, el estremecedor Oficio de Tinieblas de Fundación y a Dios tendiéndonos su mano como si la Anunciación fuera una Sixtina dolorosa. Lo comprenderán si ponen esas fotografías de la Amargura y el Gran Poder junto a la de la despedida en Ucrania. Porque, como escribió Oscar Wilde: "Allí donde hay dolor, hay suelo sagrado".

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