La duración de la Navidad

Al igual que las luces navideñas pronto comenzarán en septiembre, por qué no ampliar también las buenas intenciones

Ya es Navidad. Como corresponde a una sociedad que vive en plena dictadura, según la opinión de algunos de nuestros principales líderes de opinión, todo se rige en función del libre mercado y el consumo; razón por la que el alumbrado de las zonas comerciales de nuestras ciudades se adelanta en un mes a la fecha en que celebramos el nacimiento de Jesús. Lo que antes eran dos semanas de cenas, colegios vacíos, compras, regalos, turrón, cabalgatas, lotería y las campanadas en compañía de Ramón García; ahora son seis semanas de calles iluminadas, meses de colas en la administración de loterías de Doña Manolita y al menos un trimestre de sesudos debates sobre el vestido que lucirá Cristina Pedroche la última noche del año. Claro que hay cosas que no cambian. La Televisión vasca continuará sin emitir el discurso del Rey, y los cuñados oficiales volverán a contar chistes de Chiquito de la Calzada para amenizar los momentos más apasionantes de los reencuentros familiares.

Pero a las tradiciones ya existentes, con el paso del tiempo se añaden otras nuevas. Estas Navidades parece que el insulto al presidente de Gobierno alcanzará su cima, y a nada que dure la legislatura, las manifestaciones que se organizan contra él irán adquiriendo más relevancia, y no es descartable que a las cabalgatas les sustituya en breve La manifestación del Año contra Sánchez. Cayetana Álvarez de Toledo disfrutará mucho de algo así, y lo explicará como una evolución lógica provocada por los sistemas educativos impuestos por los nacionalismos excluyentes socios del Dictador. Cuando todo vuelva a ser como “debe de ser” y gobierne el PP, es posible que Pablo Motos retransmita las campanadas acompañado por Ana Rosa, y hasta quizás ocurra que el discurso navideño en Euskadi lo pronuncie Otegi con traje y corbata. Pero de momento, es innegable que la Navidad saca lo mejor de nosotros. Es un tiempo en que nos queremos más. Son días de tregua en los que los conflictos se van de vacaciones y la palabra Paz se repite constantemente. Lo curioso es que no hay impostura en ello, sino que es verdad. Entonces, ¿por qué no nos compartimos de igual modo el resto del año? De igual manera que las luces navideñas pronto comenzarán en septiembre, por qué no ampliar la duración de las buenas intenciones. Desgraciadamente no es así. Desconozco si por culpa del mercado para no prescindir de las rebajas, o del maligno Sánchez.

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