QUE este club va a la deriva lo constatan los resultados; catorce jornadas sin ganar y seis perdiendo impunemente, explican que la nave está muy tocada y navega sin que nadie sea capaz de asir con fuerza el timón para afrontar la galerna en la que se encuentra. Pero, además, de los desastrosos resultados explica muy a las claras en manos de quiénes están los destinos de la entidad cuando se piensa como piloto salvador en Javi López, aquella estatua de los brazos cruzados cuyo espíritu no conmovía ni a las Reverendas Madres Mínimas de Utrera -si éstas existieran-. Si el malagueño que hemos tenido hasta ahora, de los entrenadores con más afinidad con los aficionados de los últimos tiempos, no ha conseguido absolutamente nada; si su valía como entrenador ha sido puesta en tela de juicio por la paupérrima realidad futbolística de la plantilla a la que dirigía; si su indudable entusiasmo no ha servido para que los que salían al campo hicieran algo más que vestirse de corto; mi pregunta, como absoluto desconocedor del universo del fútbol, es si el tal Javi López que tan poco demostró y tan escasos argumentos futbolísticos, psicológicos, entusiastas… y de todo aquello que haga ilusionar y sacar de la sima -¡ojo con los seseos y con los ceceos!-, es el más idóneo para entrenar a un equipo que, además de pobre hacedor de fútbol, padece una fuerte enfermedad de confianza. Creo que este equipo necesita algo más que un buen entrenador. Aquí hay que traer grandes dosis de ilusión, personalidad arrolladora para insuflar energía y espíritu, credibilidad, cercanía y… un poquito de sapiencia futbolística. Si las cabezas no están en su sitio, como llevan tiempo sin estar; si no se cree en lo que se tiene entre manos -y aquí nadie cree en nadie ni siquiera cada uno en sí mism-; si lo que hay dentro de los despachos -o el que ni sabe de despachos- es infinitamente más malo que lo que aparece en los campos de juego; si…, de nada servirá un cambio de entrenador; ni Helenio Herrera, que resucitara, serviría para un club que es un muerto viviente y en el que nadie hace las cosas a derechas.