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Francisco Bejarano

Los espejismos del amor

14 de febrero 2008 - 01:00

EL amor es tan misterioso y la palabra que lo designa tan ambigua y con contenido tan amplio que nunca se ha aclarado de dónde viene y cómo aparece ese sentimiento traicionero, que esclaviza y nubla la mente y el corazón del hombre. Nadie está a salvo de su influjo y pocos salen airosos de la experiencia. De forma aparente, y durante un breve tiempo, estamos fuera de la realidad en un paraíso de venturas, para caer pronto en la desventura de la desilusión y el desengaño. Por eso el Día de los Enamorados, fiesta que ya se celebraba en la Inglaterra medieval, lo es de los que quieren enamorarse, de los que creen estar enamorados y de los que intentan seducir y conquistar por deseo y no por amor. Quienes de verdad lo están no necesitan celebrar nada, son autosuficientes, dueños del mundo, privilegiados y embellecidos, y esa es su fiesta. Quienes quieren estar enamorados se exponen a caer en trampas, y los que creen estarlo no tardan en enamorarse de verdad y salir del falso sueño.

En cualquier caso, aun en aquellos en los que el amor es pasional y verdadero, la trampa que la naturaleza nos ha tendido para perpetuar la especie es una encerrona de la que no es probable salir con bien. No caer en ella tampoco soluciona nada, de modo que nos acordamos del poeta: "No hay solución, ni a solas ni con nadie". No quiero ser aguafiestas. Todos nos hemos enamorado alguna vez y ay de aquél que no tenga esa referencia, que tanto ayuda a defenderse de los peligros del amor, pero ahora sabemos que se trata de un riesgo sólo perdonable en gente muy joven. Sabemos también que cualquier edad está expuesta a un enamoramiento, pero la debilidad es menor y las defensas más firmes, fortalecida aquélla y levantadas éstas por el sentido del ridículo. Los muy jóvenes no hacen el ridículo y pueden llorar delante de sus amigos cuando son abandonados con una patada en el talle.

Otros males trae el amor. La primera vez que lo sentimos nos coge indefensos y es como si hubiéramos encontrado un tesoro de incalculable valor y nos entrara el miedo de que nos lo roben. Peleamos al principio por su guarda, dormimos mal, no prestamos atención a otras cosas, sino que nuestro pensamiento sólo está en la persona amada y en estar junto a ella. Lo demás sobra. Tras el primer desengaño, el segundo enamoramiento se evalúa con un cálculo más ajustado a la realidad y estamos prevenidos y resabiados. En el mejor de los casos es un sinvivir. "No vengas otra vez -le dice Julio Mariscal al amor-. Sigue, persigue/ sangres con quince años, amapolas/, lunas de abril o corazón abiertoý/" El Día de los Enamorados y la experiencia nos inducen a no bajar la guardia ningún día del año, en especial los del tiempo primaveral que se avecina.

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