Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Un drama
Quousque tandem
Quiso la casualidad que viera la final del Mundial de Fútbol Femenino tras un documental sobre el Día de la Victoria en Europa con las históricas imágenes del balcón de Buckingham Palace en las que la Familia Real saluda a la multitud acompañada de Churchill. Me da la ligera impresión de que ganar la II Guerra Mundial resultaría muy reconfortante para sir Winston que debía sentirse eufórico. Sin embargo, no aprecié en él el más mínimo atisbo de sentir la necesidad de demostrar su hombría de modo perdulario, ni la de besuquear colaboradores. Algo que no puedo decir de las imágenes que vi después.
Todo puesto de poder, sea en el ámbito político, social o empresarial, conlleva servidumbres. Una de ellas es asumir que el palco presidencial exige conocer las mínimas reglas de urbanidad que deben practicarse para convivir en sociedad. Y otra, mucho más esencial, es saber ejercer el poder respecto a los subordinados y conocer dónde están los límites socialmente aceptados. Nadie imagina una cumbre mundial en la que los Jefes de Estado salten como orangutanes en la foto oficial. Pero tampoco, que en una celebración empresarial un jefe eufórico te agarre la cara y te bese o que un profesor universitario besuquee a sus alumnas tras entregarles las becas en su graduación. Quien no entienda que las relaciones de poder en la sociedad actual son muy diferentes a las de hace treinta años, no ha entendido nada. Violentar así a un subordinado o a un compañero, es una intromisión inadmisible en su esfera personal y atenta de modo indefendible contra su libertad.
El quebranto que todo ello supone para la Marca España a nivel internacional es gravísimo y difícil de evaluar. Esa imagen, que será utilizada sin piedad por nuestros competidores, es la de un país machista, zafio y gañán que afortunadamente no deja de ser residual. Pero nos perseguirá un tiempo echando por tierra el trabajo de millones de españoles. La reputación, que se pierde en un instante y se tarda años en conseguir es como un jarrón de porcelana al que, por muy bien reparado que esté, siempre le quedará la sombra de la grieta. España es un gran país que no merece sufrir semejante humillación ante el mundo, ni mucho menos, permitir que queden impunes actos que la inmensa mayoría reprobamos. Y lo más triste de todo es que un logro tan importante como este quede eclipsado por semejante cúmulo de atrocidades. Enhorabuena, campeonas.
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