Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

La extrema izquierda

CUANDO escribo uno de estos artículos no trato de convencer a nadie de nada, pueden creerlo, a lo peor, lo parece, pero no es así. Lo único que intento, a más de expresar mi opinión, es tratar de acercar realidades que, desde mi punto de vista, o no se ven, o no se quieren ver; en cualquiera de ambos casos, las consecuencias de esta 'ceguera', consentida o involuntaria, pueden ser desastrosas para todos, no sólo para esos 'miopes', o cegatos, a los que me refiero, sino para todos; es esto lo que me preocupa, y mucho.

No tendría que ser necesario recurrir a ejemplos, históricos, que han marcado, con sangre, represión y muerte, el discurrir de la Humanidad allende nuestras fronteras, siempre que la extrema izquierda se ha hecho con el poder: la Unión Soviética con todos los países del Este de Europa, la China de Mao, la Cuba de Castro, Corea del Norte, Albania, Vietnam del Norte, la Camboya de los Jemeres Rojos, Laos, y ahora la Venezuela 'Bolivariana' y la Nicaragua de Ortega… todos esclavizados, todas las libertades sodomizadas, las esperanzas guillotinadas, el futuro ahorcado, el 'hombre' descuartizado en su condición…; no lo digo yo, es la Historia, y esa realidad que algunos ignoran, las que lo atestiguan y confirman; sin género alguno de duda razonable.

No tendría que ser necesario, porque aquí, en España, hace 85 años –mucho tiempo para una vida, pero apenas una fracción de instante, en términos históricos- supimos, supieron los que entonces estaban, lo que significan, con exactitud y precisión, las promesas - 'el paraíso'- de la extrema izquierda cuando es ella la que manda. No crean que estamos tan lejos, salvo por nuestra pertenencia a la Unión Europea –hecho que puede terminar siendo decisivo para evitar el posible cataclismo-, de la posibilidad de revivir, antes o después, aquellas circunstancias que llevaron a España y a sus gentes todas, al horror abismal, a la tragedia de las tragedias, al espanto pavoroso de la hecatombe que supone, siempre, la guerra.

Se empieza por cuestionar la Constitución, luego se desprecia al jefe del Estado –es decir, a las instituciones que representa, o sea: al Estado de Derecho-, se repudian Bandera e Himno Nacional –es decir: los símbolos de la unión de todos-, se insulta a los caídos por nuestra libertad, a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, se arrincona y desprestigia al Ejército –léase: a lo que garantiza nuestra seguridad, democracia y libertad-, después se comienzan a incumplir leyes –las que no interesan a los intereses de los interesados-, se exige hablar en la lengua local, se prohibe hablar español, se adoctrina en colegios, emisoras de radio, prensa y televisión… se desatienden sentencias y mandamientos de los Tribunales de Justicia, que son quien garantiza el cumplimiento de la Ley y la salvaguarda del orden constitucional, luego algún mentecato declara la independencia de una parte del territorio nacional, otros le aplauden, otros le siguen, otros le apoyan y otros le imitan…

Y entonces… ¿Quién hace qué…? ¿Quién pone pie en pared, quién para el pollo que se está montando antes de que se monte, de una vez, el pollo: un Gobierno débil cuyo presidente, prepotente y mentiroso, sólo le preocupa la poltrona; una oposición dividida, oportunista y chabacana, que sólo busca ocupar el sillón que perdió; unos independentistas, traidores, o los herederos de cobardes asesinos terroristas que odian España y sólo buscan su aniquilación…? ¿Se levanta el Ejército…?

¡Ya estamos en la que estuvimos…! ¿No se mueven los generales…? ¿Seguimos con la deriva, los abusos, las desigualdades, el pasteleo, los engaños, las corrupciones, el desmadre y el desastre: se ocupan calles, pisos y propiedades; se invade la intimidad, se abren las fronteras, sin control, a buenas gentes, a las malas y a las peores también; se atropella, con impuestos, tasas, normas, decretos y prohibiciones, a pobres, humildes y desfavorecidos, para cuidar, proteger y mimar a los poderosos; no se respeta a los mayores; se incrementa el déficit público hasta hacerlo 'Venezuela', o sea: insostenible; se dispara la inflación: no hay dinero para pensiones, infraestructuras ni servicios públicos…; las mafias organizadas, los delincuentes comunes y los 'comités revolucionarios' del partido de 'su puta madre' del que se trate, se adueñan de calles, pueblos y ciudades, imponen su 'ley', sabotean, destrozan, amenazan, apalean, condenan, y… terminarán por matar… a éste, por 'esto', a aquel, por lo 'otro', al vecino, porque le puso los cuernos o al tendero porque no le fió un día…? ¡Ya estamos en la que estuvimos…!

Sí, sí, no se rían, o ríanse si quieren; pero las cosas empiezan así y terminan 'asao'. ¿Pero cómo hemos llegado a esto?, ¿cómo ha sido posible?, ¿qué hemos hecho? Ya será tarde… No se trata, aunque lo parezca, de meter miedo, se trata de invitarles a pensar. Porque todos, absolutamente todos: los que voten a estos, los que voten a los otros, los que lo hagan ‘en blanco’ y los que no voten también, todos somos, y seremos, responsables de lo que pase, hoy, mañana, dentro de cinco años, en 2034, o en 2036 ¿les sugieren algo estas fechas?

La doctrina comunista tiene muchas cosas buenas, sin duda y en la teoría; llevarla a la práctica, es decir: la extrema izquierda, no tiene nada de bueno, nada en absoluto, este es un dogma incontestable -pregunten a la Historia- por una simple y sencilla razón: son personas las que, de modo inevitable, tienen que ejecutarla, plasmarla en el día a día, y las personas somos ambiciosas en exceso, antes o después deshonestas, avariciosas contumaces, mentirosas sin remedio, vanidosas por esencia, interesadas sin excepción, débiles por desgracia e hipócritas por definición. Con las escasas excepciones que, siempre, confirman la regla.

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