El factor 'F'

10 de noviembre 2025 - 05:00

EL tercero de los apartados -pues vamos a dejar el segundo de ellos para la semana próxima- que venía escrito en el pergamino que encontré hace quince días, se encabezaba con el título: Factor ‘F’. Leí lo que allí decía:

««Hablaremos ahora de otra cuestión que, como en el primero de los casos que ya hemos visto, también es una pregunta y también preocupa, inquieta e incluso asusta a todos los humanos: ¿qué ocurre después de la muerte?

En esta ocasión, la necesidad existencial que sentimos por conocer la respuesta a esta incógnita, jamás será contestada. Si cuando nos interrogábamos sobre el origen del mundo que conocemos cabía la posibilidad de ir aproximándonos, aunque nunca lleguemos hasta el final, al conocimiento de ese enigma, en lo que se refiere a lo que pueda haber, o no, una vez nuestro cuerpo haya abandonado la vida –de que esto nos va a suceder a todos sí tenemos seguridad–, estamos fuera de cualquier posibilidad de averiguar nada al respecto.

La razón por la que este imperativo es absoluto es que no existe modo de recibir ni conseguir información sobre lo que entonces acontece: nadie ha vuelto después de haber llegado ‘allí’, ni a nadie, desde ‘allí’, le ha sido posible comunicarse con los de ‘aquí’, ni tenemos medio alguno para adentrarnos, ni siquiera aproximarnos, a lo que ‘allí’ sobreviene. Por lo que todo, pero también nada, es factible.

Si consiguiéramos responder al enunciado que el factor ‘P’ planteaba, y se confirmase la existencia de Dios, tendríamos la muy lógica opción de creer en que Él también nos podría esperar 'allí', después de dejar atrás la vida que conocemos. Pero sin esta certeza, creer que sea esta una opción posible, es mera especulación que sólo dependerá de las muy personales convicciones que cada quien tenga.

Nuestro privilegio implica también una condena. Pues el ser capaces de con la mente aprehender, poseer entendimiento para alcanzar conocimiento y usar éste conforme a la razón, es decir: pensar, reflexionar, razonar, deducir y elegir, conlleva el ser conscientes de que estamos vivos y de que al estarlo, ineluctablemente, tenemos que dejar de estarlo: hemos de morir.

La conciencia de ‘ser’ implica la conciencia de nuestra finitud. Pero lo limitado de nuestro conocimiento no nos permite comprender lo que la nada absoluta significa, y por ende, no podemos asumir la idea de que después de la muerte lo que venga sea el vacío total y eterno, la nada radical, el ‘no ser’.

Ante lo inhumano de esta humana realidad, la razón que nos habita, diríamos que por congénito primero, atávico después y peculiar instinto básico de supervivencia, intenta hacerla irreal. Aceptar, en la más estricta acepción de la palabra, que el fin de nuestra vida conlleva el fin de todo, no es, desde la humana percepción, posible. Ni el más pretendido de los ateos radicales lo es al ciento por ciento, da igual lo alto que lo pregone: no.

El hombre necesita buscar una alternativa a la temible nada post mortem, diremos que es un mandato expreso de la condición que nos califica. La existencia de un alma inmaterial que abandona el cuerpo cuando este muere y, en cualquiera de los modos, imaginables o no, permanece, siendo consciente de ser quien es -pues de lo contrario, de no saber que somos nosotros los que permanecemos, de nada nos serviría, para lo que aquí tratamos, poseer un alma inmortal-, es una solución que a todos nos viene como anillo existencial al mortal dedo

¿Y por qué no?, a nadie hace daño y a muchos, pensamos que a todos, conforta. Estamos convencidos de que los humanos, absolutamente todos, guardamos la esperanza, por nimia que esta sea y muy escondida que, en los últimos recovecos de la consciencia, esté, de la posible existencia de esa alma imperecedera.

La pregunta que plantea el factor ‘F’ seguirá sin respuesta. Es como si caminando por el sendero que es la vida, nos encontrásemos con un abismo insondable, colosal, gigantesco e inescrutable, del que no alcanzaríamos a ver el fondo ni los límites ni su final, tal vez porque no los tuviese…»»

La ‘F’ que califica el factor que hoy nos ocupa es la ‘F’ de ‘Final’.

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