Quizás haya pocos momentos, como el de ahora, en los que tenga tanto sentido aplicar lo de que éramos pocos y parió la abuela. Hace algo más de un año teníamos problemas, pero vino la pandemia y, como es lógico, no solo los agravó, sino que creó otros nuevos, algunos especialmente graves. Desde entonces casi todo ha venido girando en torno a ella y a sus consecuencias, sobre todo las económicas. Con todo, parecía que teníamos suficiente para declarar que ese presente era penoso -lleno de incertidumbres y de falta de control- y que el futuro pintaba negro. Pero no era bastante, aún quedaba espacio para que hubiera más empeoramiento, para el exceso de algo malo y así fue, en esta ocasión con un incremento de la inestabilidad política, a partir de la moción de censura conjunta del PSOE y de Cs en el Gobierno autonómico de Murcia y en el municipal de la capital de esa comunidad, persiguiendo el tener más cotas de poder.

Pero la iniciativa ha tenido más repercusiones, al actuar como el golpe que se le da a la primera pieza de una hilera fichas de dominó, sobre otros pactos territoriales. En unos casos, ha evidenciado una difícil cohabitación de PP y Cs y, en otros, ha forzado a líderes dichos partidos a salir públicamente para garantizar el cumplimiento de sus acuerdos, como ha pasado en Andalucía. En esta operación hay un claro ganador entre los protagonistas de la historia, Pedro Sánchez, y, otro más, que, estando al margen, se aprovecha de la situación para beneficiarse también, Santiago Abascal. El primero, a juzgar por las elecciones habidas, con excepción de las catalanas, ha comprobado que su rival por la izquierda -Podemos- va debilitándose. Por tanto, tiene una preocupación menos. Pero por la derecha, todo le va a pedir de boca. La disolución de la Asamblea de Madrid coloca al PP en una situación de riesgo, pues se la juega si pierde, y le ha bloqueado el intento de absorción de Cs. Por otra parte, ha acercado a este último partido hacia su desaparición como fuerza parlamentaria, al agudizarse sus diferencias internas y al haber desorientado a sus potenciales votantes. En cuanto a Abascal, ¡anda que ha tardado en acercarse a Murcia para echar su mitin! Obviamente, no tiene nada que perder y mucho que ganar si PP y Cs se deterioran y se convierten en adversarios políticos irreconciliables. Mientras, la sociedad española seguirá con sus problemas y con los que se les añadan. ¿Les importan esos problemas a Sánchez y a Arrimadas?

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