Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

Con flores en el umbral

Javier Varela es el propietario de la Floristería Enea y un artista de la decoración floral. Al estilo de Bansky, seudónimo del artista urbano británico que va dejando sus obras por fachadas de edificios de todo el mundo sin avisar, Javier decoró este martes de madrugada con miles de flores la puerta del abandonado Palacio Riquelme, en la jerezana plaza del Mercado. Su acción, su inquietud, forma parte del proyecto que ha bautizado como 'Umbral' y que pretende reivindicar el valor del centro de Jerez y, a través de las flores, devolverle la vida. En próximos días decorará, sin previo aviso, otros rincones del centro para llamar la atención de la necesidad de que recupere su protagonismo perdido.

Algunos de esos rincones se encuentran en una zona que lleva pidiendo a gritos un revulsivo como es la de la plaza de Belén, pendiente aún del Museo del Flamenco y el de Lola Flores, cuya fuerza y atracción se demuestra constantemente, como esta semana en la que ha sido premiado como el mejor anuncio del país uno en el que ella recobraba la vida gracias a la magia de las nuevas tecnologías. Fue en Riquelme, fue en Belén, donde uno de los más grandes que se nos fue demasiado pronto, Adrián Fatou, presentó hace años un proyecto con corazón para devolver la vida al centro. Hacen falta muchos como Adrián, muchas Flores y flores para llenar el corazón de la ciudad, sin el cual el resto de este gran Jerez no podrá latir nunca con la misma fuerza y será una ciudad sin identidad.

Esta semana hemos conocido que se ha vendido, por fin, el edificio del IARA en la plaza Esteve, todo un icono de las últimas décadas de declive económico y social. Un inmueble de propiedad municipal, que fue diseñado por el prestigioso arquitecto Fernando de la Cuadra en los años 50 del pasado siglo y situado en un enclave privilegado, a pocos metros del Mercado y del Gallo Azul que, esperemos tras la nueva licencia al adjudicatario, por fin abra sus puertas ya de una vez. La venta del edificio del IARA, que se resistía, con cambios de uso que finalmente han terminado en la posibilidad de hacer viviendas, ha sido criticada y alabada a la vez. Criticada por el precio que finalmente se ha pagado por este inmueble de más de 1.500 metros cuadrados, 1,25 millones de euros, pero también alabada por cuando supone desatascar un problema para las arcas municipales y, sobre todo, para la revitalización del centro.

Tal vez tengamos que ser conscientes de que Jerez no está en condiciones de pedir por un metro cuadrado lo mismo que Madrid, Sevilla o Ibiza y, aunque nos duela, permitir al menos que no se caigan a pedazos muchos edificios que pueden servir para recuperar en el centro esa vida que, objetivamente, se ha ido perdiendo a lo largo de las últimas décadas con el éxodo a los amplios extrarradios que ahora tanto cuesta mantener. ¿Cuál es la ciudad que queremos? No se trata de regalar a precio de saldo nada, pero hay que ser realistas y para que algún día podamos volver a ser lo que fuimos, se ha visto hay que dar facilidades a quienes están dispuestos a venir.

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