Hay personas que pasan públicamente a la historia por sus éxitos profesionales, que pueden ser de muchos tipos: artísticos, políticos, empresariales, etc. Pero en un año en el que todos nos hemos visto obligados a parar y meditar, descubro que lo que nunca pensamos es que las personas verdaderamente importantes son aquellas que, sin hacer ruido, transmiten a sus descendientes con claridad y cariño los grandes fundamentos de la vida.

Este miércoles, 16 de septiembre de 2020, murió una de esas personas y se llamaba Fabiola Domecq Romero. Ese día, durante el tiempo que compartí con su familia en la finca de Los Ahijones, y mientras observaba el comportamiento de su extraordinario marido Tito, de su hermano Alvarito, al cual adoraba, y de su cuñada Maribel, que fue como su propia hermana, pensé: “qué bien lo has hecho, Fabiola”. Y es que lo que más me hizo reflexionar sobre cómo Fabiola había sido una persona relevante fue ver a esos hijos y nietos, liderados por Tito, alrededor de su cama rezando, demostrando ser una familia unida con unos principios religiosos admirables, y además un ejemplo para los que estábamos allí en esos momentos tan íntimos.

Conocí a Fabiola hace ya más de 40 años, ha sido la mejor amiga de mi madre, gracias a ella conocí a mi mujer, tuve la satisfacción de que me hiciese padrino de esa maravillosa niña que fue Patricia, y aceptó también ser madrina de mi primer hijo. En definitiva, Fabiola me enseñó y me dio mucho, pero lo más importante que nos trató de enseñar, lo hizo con su ejemplo: Fabiola hablaba de forma clara, honesta y directa, no se andaba con rodeos, y no disimulaba sus principios, dándole igual ante quién estuviese y lo importante que fuera.

Fabiola ha sido un ejemplo para todos los que la hemos conocido. No creo que seamos capaces – por lo menos yo no – de llegar a hacer todo lo que ella hizo en su vida con esa asombrosa esplendidez, rectitud y cariño, y siempre con esa firme fe. Dios le puso a prueba con mucha dureza en repetidas ocasiones de su vida. Con su inmensa fe en Él, Fabiola fue capaz de superar todos los brutales momentos a los que se tuvo que enfrentar, guardándose para ella un inmenso sufrimiento, transmitiendo a todo su alrededor fuerza, alegría y paz, y siempre guardando su admirable sentido de la familia.

En estos últimos días, he pensado lo afortunados que somos quienes le conocimos de tener a Fabiola sentada junto a Dios. Y digo esto con certeza, pues no he conocido a nadie que merezca más estar al lado del Padre, especialmente por todos los esfuerzos y sufrimientos que le ha pedido a lo largo de su vida. Desde ahí arriba, seguirá ocupándose de sus hijos en la Tierra –Fabiola, Luis, Isabel, Antonio, Rocío y Reyes – y por supuesto de todo ese reguero de nietos estupendos que también (y tan bien) ayudó a educar desde pequeños.

Fabiola Domecq Romero junto a su marido Luis Fernando Domecq Ybarra. Fabiola Domecq Romero junto a su marido Luis Fernando Domecq Ybarra.

Fabiola Domecq Romero junto a su marido Luis Fernando Domecq Ybarra.

Sé que se ocupará muy especialmente de Tito, ese hombre que siempre estuvo a su lado, que tanto le quiso y a quien siempre dio fuerzas para superar los malos momentos. Hoy, que le necesitará más que nunca para seguir llevando el estandarte de esa maravilla de familia, no dudo de que tendrá la suerte de tener a Fabiola ayudándole desde el Cielo.

Me imagino también que, desde ahí arriba, tendrá que ocuparse de muchísimas personas que le rezaremos todas las noches.

-Fabiola, si tienes un hueco, acuérdate también de la mía, que te hemos querido y queremos como alguien de la familia. Reconozco que te echaremos mucho de menos, pero me consuela saber que estás bien acompañada, ya que desde hace tiempo ahí arriba te estaban esperando cuatro ángeles: tus hijas María José, Valvanera, Esperanza y Patricia. Y, sobre todo, me alivia pensar que tengo una persona importante en el Cielo a la que poder pedir que me ayude a seguir construyendo mi familia.

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