La gran ola

¿Fue la muerte de Itálica, de la Itálica adrianea, consecuencia de una inesperada visita de Neptuno?

Un estudio sobre los restos romanos del Patio de Banderas, ha concluido que la Hispalis del siglo III sufrió un maremoto, entre el 197 y el 225 d. C., cuya violencia destruyó los almacenes del puerto. ¿Fue un maremoto como aquel, fruto del seísmo que destruyó Lisboa, azotó Cádiz y dañó Sevilla el 1 de noviembre de 1755? Según el arqueólogo Mario Gutiérrez-Rodriguez, autor de dicha hipótesis, son tres los indicios que la sostienen: los restos aluvión, los sedimentos marinos y la exención fiscal que disfrutó la Bética tras aquellas fechas. Lo cual nos trae a la memoria otro suceso que pudiera estar relacionado con esta visita del mar de hace casi dos mil años. Me refiero al temprano abandono de la Itálica de Adriano, renovada por el emperador en el siglo II, y abandonada poco después por la fragilidad del suelo.

Según García Bellido, la Itálica que conocemos es aquella parte de la ciudad, residencial y fastuosa, que mandó construir Adriano, hijo dilecto de la urbe. Poco más tarde, José María Luzón postulará que aquella Itálica monumental se abandonó precipitadamente en el siglo III, por la inestabilidad del firme (recordemos que la vieja Itálica sigue bajo Santiponce, que trasladó su ubicación en el 1600 por una violenta crecida del río). ¿Tuvo algo que ver este ignorado maremoto que los investigadores postulan hoy con la apresurada marcha que señalaba Luzón Nogué? ¿Fue la muerte de Itálica, de la Itálica adrianea, consecuencia de una inesperada visita de Neptuno? Como es lógico, solo los arqueólogos pueden sacarnos de esta duda, caso de que sea una duda y no una mera especulación sin fundamento. Sea como fuere, las investigaciones de Gutiérrez-Rodríguez y su equipo nos han traído la imagen de una Hispalis fortificada y comercial, vinculada a Roma, no solo por las vías que fatigó César, sino por los raudos caminos del mar.

Por otro lado, la casualidad quiere que fuera Francisco de Bruna, teniente de alcalde de los Reales Alcázares, quien iniciara en el XVIII las primeras excavaciones "científicas" de Itálica, y quien se viera compelido, por su cargo, a reparar los destrozos que el terremoto de 1755 infligió a la ciudad. Por Mata Carriazo sabemos de una carta donde Bruna se quejaba al conde de Águila del continuado expolio al que se vieron sometidos los vestigios italicenses. Pero entonces Bruna no podía saber que aquel expolio había comenzado en el siglo III. Y que era el mar, el mar que había devorado a Lisboa y a Cádiz, el que quizá trajo su mano de agua hasta la orilla del alcor adrianeo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios