Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Tribuna Cofrade

Jaime Betanzos Sánchez

Artistas anónimos

LA Semana Santa es una construcción social originada por la fe y la tradición de los pueblos. Y aunque muchos no participen activamente, nadie es ajeno a ella. Si bien es un concepto que hace referencia a los días santos, hace mención también a una realidad que se prolonga el resto del año. De hecho, tan sólo hay que abrir las páginas de la prensa en cualquier época del año para darse cuenta de que las hermandades son entes activos que enmarcan su actividad de primavera a primavera.

No obstante, la vida de hermandad se intensifica cuando llegan los días cuaresmales. El día a día se convierte en un frenesí donde trabajo, estoicismo y paciencia son las notas claves para desembocar con éxito en el Domingo de Ramos. Esta aceleración de los ritmos supone un reto indudable para cada hermandad, la cual se echa un pulso a sí misma y comprueba su salud con cada pequeño gesto.

Todos estos quehaceres se añaden a uno prioritario: el de la asistencia y la atención al hermano. Son momentos extremadamente delicados en los que hay que hacer frente a múltiples demandas. Cada petición, sugerencia o consejo debe ser atendido con la ilusión –o la necesidad- de aquel que lo da. Esa es, quizá, una de las partes fundamentales de nuestras cofradías y, a veces, la más olvidada de todas ellas. La institución no debe quedarse en lo meramente estético, debe buscar el corazón de sus integrantes.

Ese modelo de organización es el que debe imperar en nuestros días: la Hermandad que te conoce, que sabe de tus inquietudes y te interpela. Ni la inquina ni el ostracismo deben lucir como galones en nuestro proceder. La vanagloria y la regla no deben imponerse a la razón. Y en esa tarea encontramos a cientos de anónimos que dejan atrás sus objetivos personales para darle todo lo que tengan a su Cofradía. Personas atentas, humildes y valientes que dicen sí por aquello en lo que creen.

No salen en los medios, pero están ahí. El tiempo que dedican –que nos dedican- a su hermandad es irretornable y, pese a todo, siguen dando la batalla. Creo, pues, necesario que nos acordemos de ellos más a menudo y seamos más agradecidos con sus labores. Si de algo pueden presumir las cofradías es de amor y de entrega, la de aquellos que están y la de quienes los precedieron.

Absortos nos hallaríamos si se contabilizara todo el trabajo no remunerado que muchos se dejan entre las paredes de su casa de hermandad. Ese saber hacer es un valor añadido que pocas veces se pone de relieve y que tenemos muy cerca a cada paso que damos. Estamos rodeados de verdaderos artistas y, en ocasiones, empleamos más el ojo de halcón que la misericordia. Es, por tanto, necesario agradecer tanta belleza –plástica y humana-  a quienes dan su vida por esto sin más móviles que la fe y el amor a su corporación.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios