
El balcón
Ignacio Martínez
Rendir a golpes
Brindis al sol
Se ha comentado, en otras ocasiones, en estas mismas páginas la tendencia de los escritores andaluces a cultivar la poesía como su género literario más frecuente y familiar. Una relevante preferencia que se mantuvo incluso en épocas –última mitad del siglo XIX y primera del XX– en las que la novela como medio expresivo se impuso, en todas partes, entre autores y lectores. Quizás porque entonces, el papel de crear, por medio de la prosa, una conciencia regional andaluza, la desempeñó la narrativa costumbrista. El artículo de costumbres, difundido, sobre todo, a través de la prensa, y luego recogido en libro, fue el gran promotor de la nueva sensibilidad que se esparcía por toda la geografía andaluza. Pocas veces se presta atención al juego de articulación, incluso cultural y política, llevado a cabo por unas páginas periodísticas muy leídas, en las que colaboraron las mejores plumas andaluzas. Una variación ampliada del artículo de costumbre fue la divagación que tuvo cultivadores tan notables como Bécquer, Ganivet, Chaves Nogales, Cernuda y Romero Murube. Pero incluso esta preeminencia, durante décadas de este tipo de literatura, no logró disminuir la plenitud y reinado de la poesía en la vida andaluza. Desplegándose esta última tanto en manifestaciones populares como en las más cultas, en las que, en algunas épocas, por ejemplo, durante la Edad de Plata y Generación del 27, un buen porcentaje de sus más significativos nombres fueron andaluces. Por eso mismo, quizás se pudiera atribuir a este dominio excluyente de la poesía otra ausencia notable en las letras meridionales: esa clase de escritos colindantes con la autobiografía y el libro de memorias. Una escritura provocada por el deseo de hurgar y remover la conciencia de un personaje que pretende hacer público, gracias la literatura, su pasado. Pocos han sido los españoles, y menos aún los andaluces, que se han dejado tentar escarbando las interioridades que han determinado sus vidas íntimas, y los dramas más ocultos de su pasado. Por eso, debe agradecerse el aliento continuado del que ya ha dado pruebas Jacobo Cortines, encadenando una verdadera saga de libros de memorias, que acaba de culminar con el título La edad ligera, II (publicado por Athenaica y abrigado con un sustancioso prólogo de Victoria León). Prueba así, que su excelente dedicación poética no excluía la necesidad de hurgar, pues, en su pasado para narrar, sin la mediación subjetiva de figuras poéticas, los episodios que han determinado su biografía y, además, la de un buen número de andaluces.
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