Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez, 1979: Choquet, Esteban Viaña, Manolo Benítez, Falconetti y Nadiuska
Si hay un modo fehaciente de medir el progreso social este sería el que reflejase realmente el aumento del bienestar de las personas y de los colectivos en los que estas se agrupan y en los que viven.
En la escala que valora el bienestar, pondríamos en primer lugar la salud, luego la Justicia y después la educación: sin salud no hay nada; sin justicia no hay convivencia ni civilización; sin educación no hay futuro.
La función pública tiene como objetivo, primero, esencial y excluyente, si otros estorbasen la consecución de éste, conseguir el bienestar del ciudadano, velar por mantenerlo e intentar aumentarlo.
Nadie obliga a nadie a entrar a la política, que es la que se encarga de la función pública, todos los que deciden dedicarse a ella lo hacen por decisión propia, con plena libertad, y sin coacción. Aunque así no fuese, que lo es, de cualquier modo son total y absolutamente responsables -como lo somos todos respecto a lo que hacemos o dejamos de hacer- de sus actos, las consecuencias de éstos y también de los actos que no llegaron a ser tales, es decir: de los que no hicieron.
El silogismo que viene a continuación, como resumen de lo hasta ahora escrito, es de Perogrullo, no hace falta haber leído la 'Lógica' de Aristóteles para entenderlo: el bienestar ciudadano es la primera razón de la función pública: la política es la que maneja la función pública; luego los que se dedican a la política tiene como misión primera el bienestar ciudadano. Lo demás, por importante que sea, lo es en menor medida que esto.
Si además seguimos ejercitando el saludable hábito de pensar, y recordando que hemos dicho, y no creemos que nadie opine lo contrario, que el primer, destacado e incontestable lugar en la escala que mide el bienestar es la salud, llegaremos a la irrefutable conclusión de que los políticos, responsables del manejo de la 'cosa pública' cuyo fundamental e irrenunciable objetivo es el bienestar del ciudadano y dado que este comienza, y continúa, por la buena salud, su cuidado y atención, y la prevención de lo que la pueda dañar, es más que evidente, irrebatible e incuestionable que la misión primordial, primera y esencial del político es velar y preocuparse porque esto se cumpla. Luego vendrán muchas otras cosas, pero antes que ninguna está esta, ¿o no?
Pues bien, en España, que es nuestra tierra, en la que vivimos y la que nos ocupa, y preocupa, los políticos, todos los políticos, desde don Adolfo Suárez en adelante, que nos han gobernado o desgobernado no han sido fieles a esta ineluctable, más que compromiso, obligación.
La Seguridad Social, idea nacida en Suecia y no en ningún país comunista como se pudiera pensar, es de todo menos 'seguridad', ni tampoco 'social'. Que esto ocurra, como sucede hoy en nuestro país en pleno siglo XXI, después de las ingentes, casi incalculables, cantidades de dinero que empresas, empresarios y trabajadores -porque somo nosotros los que la sufragamos- pagamos para mantenerla, es de una miseria moral por parte de los responsables de que esté ocurriendo lo que está sucediendo, es decir los políticos, que raya en lo más abyecto que lo miserable pueda alcanzar.
Ni unos ni otros, de los que han tenido el poder, han hecho lo que debían y lo que estaban obligados por definición de lo que su trabajo es, por ética y por un mínimo de vergüenza y coherencia, a hacer, ¡ninguno!
Las personas se agolpan en urgencias, pasan días y noches sentadas en sillones o arrumbadas en pasillos, como si animales fueran y en establos estuvieran, esperando una cama de habitaciones que están cerradas por falta de personal; las colas, esperas y dilaciones para consultas necesarias se hacen interminables, no en días ni semanas, sino ¡hasta en meses!, y no uno ni dos; las operaciones se retrasan hasta cuando ya no son necesarias porque el enfermo murió. Todo un dislate, un auténtico, insoportable e impermisible desastre; una canallesca vergüenza, incomprensible e imperdonable.
Asesores a miles, coches oficiales a miles, chóferes a miles, y secretarios y subsecretarios y sub de sub-subsecretarios, y consejeros, viceconsejeros y vice de vice consejeros, y decenas de ministros y directores generales y ayudantes de los directores generales y ayudantes de éstos también, y delegados y subdelegados y mamporreros de los subdelegados y la madre que los parió, con sus secretarios, ayudantes y consejeros también, ¡cómo no! Pero médicos, enfermeras, enfermeros, celadores y administrativos para gestionar lo que más importa, la salud, de eso poco, muy poco, mucho menos de lo necesario. ¡Vergüenza, si la tuvierais, os debería dar a todos, 'políticos'! Lo que no hacéis no tiene perdón.
¿Así que progreso y sociedad del bienestar, no?, ¿Así que, aunque mueran personas que no tendrían que haber muerto todavía, y otras muchas padezcan dolores evitables y sufran daños remediables que terminan por convertirse en irreparables: 'Seguridad' y 'Social', no?
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