Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez, 31 de diciembre de 1946: Argudo, García-Figueras y Montenegro
TRAS el accidente del Airbus en Sevilla, se han oído los habituales comentarios despectivos que suelen acompañar a estos sucesos. "Chapuza", "falta de transparencia", "tecnología defectuosa", "improvisación", "proyecto fallido", etc, etc. Todas estas cosas se han dicho en comentarios y conversaciones, y supongo que me quedo corto. Poco importa que el proyecto aeronáutico del consorcio Airbus sea uno de los grandes logros de la ingeniería europea (y española). Poco importa que dé trabajo bien remunerado a más de 3.000 personas sólo en Andalucía. Y poco importa que las víctimas del accidente -pilotos e ingenieros- fueran profesionales de primer nivel que podrían haber trabajado en cualquier empresa puntera del mundo. Todo eso da igual. Entre nosotros hay un extraño virus masoquista que nos lleva a alegrarnos de los fracasos propios y a considerar que nunca seremos capaces de hacer nada bien. Es increíble y es asombroso, pero es así.
Pero lo que es increíble y es asombroso es que el piloto del avión, sabiendo que tenía muy pocas probabilidades de salir vivo, hiciera todo lo posible para evitar una catástrofe de grandes proporciones e intentara hacer un aterrizaje de emergencia en un lugar despoblado. Cualquier otro hubiera intentado salvarse al precio que fuese, pero los pilotos e ingenieros del avión hicieron justo lo contrario: evitaron una tragedia mayor a costa de sus propias vidas. ¿Se imaginan a Luis Bárcenas pilotando ese avión? ¿O a los comisionistas de los ERE? ¿Y a Blesa? ¿Y a Rato? ¿Y a los beneficiarios de las tarjetas black de Caja Madrid? ¿Y a los hijos de Jordi Pujol, con sus bolsas de basura llenas de billetes de curso legal y sus descapotables tuneados con la senyera cuatribarrada? Si esa gente hubiera pilotado el avión, sólo habría tenido en cuenta su propia seguridad y les habrían importado un pimiento las vidas de los demás. Y si hubieran podido, se habrían lanzado en paracaídas, aunque el avión acabara estrellándose contra un centro comercial repleto de público. "¿Me voy a preocupar yo de los demás? ¿Voy a evitar una tragedia aún mayor? Anda y que les den". Buenos son éstos.
Pero esto es justamente lo que no hicieron los pilotos del Airbus. En momentos terribles, sabiendo que su vida estaba en juego -y quizá ya perdida-, supieron actuar con una admirable serenidad y sangre fría. Y aun así, preferimos esparcir sospechas o lanzar infundios antes que reconocer su inmensa valía y su gigantesco ejemplo. Honor a ellos.
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