Isabel González Turmo

Brindis al sol

05 de mayo 2025 - 03:06

La crónica gastronómica se inició de manera sistemática, a la par que la prensa periódica, a mediados del siglo XVIII. Tuvo mucho de paseo literario por el mundo de las cocinas nobiliarias y por las primeras casas de comidas destinadas a cultivar un placer en auge. Tal como había sucedido, por esos mismos años con el erotismo, la recuperación vino de mano francesa, dando a conocer las buenas sensaciones que acompañaban a hecho tan rutinario como colmar el apetito. Unas buenas cualidades literarias figuraron entre las dotes de los primeros críticos y esa exigencia se mantuvo. Describir la fisiología del gusto de una comida exigía también una cuidada prosa. Con la aparición de las estrellitas y las guías comerciales todo ese ritualizado mundo se desbocó: se prefería la rapidez de contar unos simbolitos en un papel a deleitarse leyendo un largo artículo del Doctor Thebussem. Hacia mediados del XX se abrió otro umbral para la gastronomía: se convirtió en materia de investigación universitaria. Se creyó que conociendo lo que comían los pueblos se podían explicar sus mentalidades. Italianos y franceses pusieron los pilares teóricos de esa especialidad. En España se ha tenido la suerte de contar con una profesora y antropóloga, Isabel González Turmo, que ha dedicado sus empeños investigadores, desde su inicial tesis doctoral, a dar conocer origen, hábitos y usos, relacionados con las santas cosas del comer, sobre todo, en tierras andaluzas. Manteniendo siempre un hábil equilibrio: el rigor de la investigadora universitaria no se ha impuesto en ningún momento a la escritora apasionada que ha buscado suministrar datos al público de la calle que sigue sus hallazgos y descubrimientos. Una labor, pues, seria, callada, discreta, sin buscar estrellitas, ni ascensos, ni reconocimientos académicos. Sin embargo, ha dado vida a todas las teclas de una especialidad necesaria, convertida en Andalucía y en España, gracias a sus trabajos de campo y sucesivos escritos, en una fuente que abrirá cauces a otros investigadores, permitirá disfrutar a un buen número lectores, y, su vez, instigará a que muchas cocinas recuperen, gracias a sus indagaciones, maravillosas recetas perdidas. Una prueba reciente de esta actitud generosa puede encontrarse en su último libro, Admirables. Vidas sazonadas (Trea), elaborado para dar la palabra, tras unas siluetas personales muy bien perfiladas, a una representativa gama de personajes que han puesto sus vidas al servicio de la comida, cultivando en la tierra y el mar todos esos productos que hicieron florecer tantas cocinas.

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