La izquierda y España

Hay una izquierda que cree que España es una mezcla grotesca de Valle-Inclán y Esteso

Algunos líderes de Podemos -Pablo Echenique, por ejemplo- ya han puesto una bandera española en su cuenta de Twitter. Es un hecho asombroso que hace un años nos hubiera parecido imposible, pero las cosas han cambiado mucho como consecuencia del procés. De repente, una cierta izquierda, siempre reacia a tomar partido por la idea de España, se ha dado cuenta de que ese desprecio le podía salir muy caro, pero aun así, esa misma izquierda sigue defiendo a los independentistas catalanes y se posiciona siempre a su favor. Y esto es así porque esa izquierda sigue creyendo que todo lo relacionado con España es una mezcla grotesca de los esperpentos de Valle-Inclán y de las comedias de Esteso y Pajares -como si no hubieran existido Velázquez o Goya o María Zambrano-, y por ello se resiste a aceptar que somos un país moderno y abierto y descentralizado. Con defectos, por supuesto, y con corrupción e ineficacia, claro que sí, pero no menos corrupción ni menos ineficacia que en otros países europeos.

Lo curioso del caso es que esa izquierda refractaria a la idea de España -como si España siguiera siendo la corte de Carlos IV- sigue teniendo mucho poder, sobre todo entre intelectuales, periodistas y universitarios. Ahí están esas lumbreras como Jordi Évole y Wyoming y docenas de personajes de la televisión que han defendido el procés a capa y espada o bien lo han justificado diciendo que "las urnas no delinquen" o que "no hay democracia sin derecho a decidir". Y en estos años, ningún famoso se ha atrevido a deicr en la televisión algo que era elemental: que ninguna constitución del mundo, salvo las de Canadá y Gran Bretaña, permitía los referendos de autodeterminación, y que toda la propaganda del procés era un conjunto de mentiras e intoxicaciones que formarán un capítulo entero de la Enciclopedia Universal de las Fake News.

Pero hay que tener en cuenta, claro está, que esta izquierda quería cargarse el "régimen corrupto del 78" -como lo llamaban ellos- y crear una nueva constitución más o menos bolivariana, al estilo de las de Hugo Chávez. Y para ese proceso "destituyente" -así lo llamaban"-, la pinza entre los independentistas catalanes y esa izquierda que odiaba la idea de España -por rancia y corrupta- estuvo funcionando a la perfección. Tanto que estuvo a punto de salirse con la suya.

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