Jerez, 15 agosto 1936: el Cristo de la Expiración preside una misa de campaña en Cristina (I)

El Cristo de la Expiración, delante de la casa palacio de los marqueses de Salobral.
El Cristo de la Expiración, delante de la casa palacio de los marqueses de Salobral.

19 de noviembre 2025 - 05:05

Sábado, 15 de agosto de 1936. Jerez de la Frontera, a las claritas del día. Las niñas jerezanas rezaban para sus adentros la primera oración aprendida según la precoz enseñanza de sus madres: el Padrenuestro. La práctica totalidad con el escapulario al pecho. Las germinales horas del horario matutino removían cierto nerviosismo en el seno de los hogares -tejas y cal, búcaros y peines- de esta localidad que combatía -con pocos medios a su alcance- los azotes de las altas temperaturas. A la lineal arquitectura de algunas balconadas se igualaban voces interiores tarareando coplas. Los ciudadanos estaban convocados a un acto tan inédito como extraordinario -en orden a su singularidad sin precedentes-. A medida que sobrepasaban minutos sobre las diez de la mañana la calenda apretaba con mayor énfasis, como un pellizco de fuego sobre la dermis de la orografía local. El sol daría calor y candor al inminente acontecimiento. Las muchachas que ya dejaron atrás la adolescencia -¡otra generación!- recogían sobre sus rostros la blonda de la mantilla. Elegancia y belleza -verdad y beldad- en esta disyuntiva histórica rebosada -y rebasada- de claroscuros…

Y las abuelas, con el alma en vilo -y con la sonrisa en la comisura de los labios, y el miedo en la visera del sentimiento-, tan ahítas de paz para los convecinos -sin distinciones de clase o condición o filiación-. No todo jerezano pertenecía a un bando o bien al contrario. No todo era pugna a sangre y fuego en el determinismo de los españoles. La guerra encogía el alma. En la jornada jerezana del 15 de agosto fue arriada la bandera que entonces denominaron de sangre y oro. La de España. La emoción se derramó de parte a parte. Quien suscribe se mantiene erre que erre al margen de todo posicionamiento. ¿Agua pasada no mueve molino? Ojalá. Defiendo a ultranza el enterramiento del hacha de guerra. A tal fin unificaron sus esfuerzos nuestros padres y abuelos. La guerra (in)civil española debe constituir -sobre todo para quienes remueven la índole cainita que incluso sociológicamente ha sacudido el rumbo de los españoles- pasto de olvido. A todos nosotros -como a Unamuno, como a Machado, como a Julián Marías, como a Ortega y Gasset- nos duele España. La matanza -a menudo la masacre- entre hermanos es un sinsentido atroz...

Conste en acta la matización para que nadie confunda el trasero con las cuatro témporas. Aquí no subyace ninguna arenga, ni a favor ni en contra de adscripción alguna. Sólo -eso sí- la descripción de un hecho cuya localización además -y hete ahí la motivación de este artículo en dos entregas- estuvo presidida por una de las imágenes cristíferas de más arraigo devocional y más jerezanía de la Historia de esta bendita tierra. Porque en efecto el Santísimo Cristo de la Expiración –“santificado sea tu nombre”- presidía una misa de campaña en la Alameda Cristina. En la Alameda Marqués de Casa Domecq. El cielo se asemejaba al toldo protector “de miles de cráneos”. Desde bien temprano, con antelación sobre la hora anunciada, ya comenzaron a llegar las fuerzas del Ejército. El capitán de Caballería Hernández Franch era el encargado del protocolo. A decir verdad, ejerció de maestro de ceremonias.

En el paseo central de la Alameda pudo observarse el estrado reservado para el excelentísimo Ayuntamiento y destacadas autoridades. Justamente detrás se acotó un espacio para las restantes personas invitadas ex profeso. Al lado derecho: las fuerzas a pie del Depósito de Recría y Doma, la ambulancia de la Cruz Roja y las Margaritas y Pelayos de la Comunión Tradicionalista. También las secciones femeninas de la Falange. Delante del Instituto Provincial: el Requeté, las fuerzas de la Falange con su correspondiente sección de Balillas, batallón de milicianos, Guardia Cívica, escuadra de carabineros y de Guardia de Asalto. El escuadrón de Caballería vino a situarse ante la antigua casa de Garvey y la sección montada de la Guardia Civil… en la esquina de la calle Guadalete. En el frontal de la casa palacio de los marqueses de Salobral se improvisó un artístico altar portátil sobre el que descansaba la portentosa imagen del Cristo de la Expiración, así como, complementando el montaje, varios reposteros. ¿El resto de los lugares disponibles de tan ancha Alameda? Ocupados por millares de personas. Sobre todo por mujeres, que lucían -queda dicho- la clásica mantilla española. A las once de la mañana hacen acto de presencia el comandante militar de la plaza, Salvador de Arizón Mejías, marqués de Casa Arizón, seguido por su ayudante de órdenes, el teniente de Caballería José Adame Barreto -quien, tras revisar las fuerzas, pasó a situarse al lado derecho del altar-.

Alsan Homes
Alsan Homes
stats