Jerez: don José, el padre Felipe, la cuestión del protocolo y el Concilio de Nicea (II)

La Real Academia de San Dionisio precediendo al Ayuntamiento en la procesión de la Merced.
La Real Academia de San Dionisio precediendo al Ayuntamiento en la procesión de la Merced.

10 de octubre 2025 - 06:03

No resulta saludable conceder tamaña función -la de responsable de protocolo- a quien sin pensárselo dos veces -y sin encomendarse ni a Dios ni al diablo- levante la mano. Aquí no es admisible el censo de espontáneos ni de aspirantes por cuenta propia. La voluntariedad no garantiza ni la plena conciencia ni la razón ni el deontológico fundamento. El protocolo contiene implícitamente el vaso comunicante entre la armonía y la coherencia, entre la elegante expresión verbal -la comunicación en suma- y las dotes para las relaciones públicas, la asunción del valor de marca de la institución y una clara tendencia hasta vocacional al sentido del orden. Los expertos en la materia saben a ciencia acierta -sin jamás alardear de esta clasificación- que existen varios tipos de protocolo: el institucional y oficial, el social y empresarial, el de ceremonial de Estado, académico, religioso, militar, el relativo a la organización de eventos…

El protocolo no es asunto baladí sobre cuya textura se pueda cubrir el expediente. Ni salir del paso. No será nunca una sinopsis de final abierto para interpretación a capricho o volátil criterio del consumidor. No se ajusta a la blancura de las teorías propias, como el asambleario uso y abuso del libro de los gustos, sino que obedece a una exactitud. A una justeza. A un parámetro. Tan es así que el protocolo se estudia. Quien opte por esta elección puede elegir entre un Grado en Protocolo, Organización de Eventos y Comunicación Corporativa o matricularse en másters centrados en la especialidad. O incluso aprovechar sin demora la formación que pueda ofrecer la empresa en la que gane el pan con el cotidiano sudor de la frente. A lo ancho de nuestra piel del toro muestran/mostraron su auctoritas en esta disciplina sesudos conocedores del ramo: léanse, por ejemplo: Carlos Fuente, Rafael Marcos Pardo, María José Gómez y Verdú, Juan R. de la Herrán, Mar Casas, Joaquim Borrás, Auda Roig

A Dios gracias Jerez cuenta con un gran equipo de protocolo en su Ayuntamiento y, por descontado, en otras entidades eclesiales. Andrés Luis Cañadas Machado ejercía, inflexible, con brillantez, esta función en organizaciones propias e incluso ajenas -al abrigo de la generosidad de sus consejos allí donde estuviere-. En tal preserva de la norma protocolaria -que lo es de etiqueta al fin y al cabo- Andrés defendió a capa y espada -a veces con cierto sonoro golpe encima de la mesa- el lugar que por razonas obvias -o no tanto, a la vista de según quiénes- corresponde a la Real -incido: Real- Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras. Los cabecillas de determinadas asociaciones o delegaciones que -cosiendo a la bartola su capa a un sayo más o menos raído- remoloneen malamente para, con torpe disimulo, procurar el sitio de la Academia en ya te diré qué señaladas citas… evidencian apriorísticamente un morrocotudo desconocimiento del precepto protocolario. El actual presidente de esta institución, adscrita al Instituto de Reales Academias de España, hace bien, dado el supuesto, en aclarar y exigir el lugar que a la docta casa, insisto, corresponde. Gracias al sabio dictado del padre Felipe Ortuno -en el caso de la procesión de la Merced- o del canónigo Juan Jacinto del Castillo -en la del Corpus- esta puntualizacion de Juan Salido no ha sido necesaria. Con Felipe y Juan Jacinto el protocolo está en buenas manos.

En las representaciones corporativas la Academia precede al Ayuntamiento, ¿verdad que sí, María José García-Pelayo, Dionisio Díaz, Antonio Fernández Campos, Susana Sánchez, Francisco Delgado? Huelga explicar la naturaleza de las Reales Academias. Su majestad -provienen y son amparadas por la Corona- y su catalogación. Seria de perogrullo. Jamás minusvaloro o menoscabo cuanto se da por sabido. O archisabido. Amén la antigüedad de la institución jerezana que nos ocupa, el tratamiento de excelentísimos e ilustrísimos de sus miembros y su Medalla de Oro de la Ciudad. Saltarse a la torera este tenor, además de un error de bulto, propiciaría una solemne catetada. ¡Que siga cundiendo el ejemplo!

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