Jerez: don José, el padre Felipe, la cuestión del protocolo y el Concilio de Nicea (y IV)

Monseñor José Rico Pavés dictando la ponencia sobre el Concilio de Nicea en la Semana de Teología.
Monseñor José Rico Pavés dictando la ponencia sobre el Concilio de Nicea en la Semana de Teología.

15 de octubre 2025 - 06:00

En cuanto a la anual Semana de Teología me repito aposta. Año tras año. Sin perder puntada. Persisto erre que erre. La insistencia -periódica, la lluvia fina- también es base de la comunicación. Martillo pilón pues no se ganó Zamora en una hora. Subrayo de nuevo con enérgico trazo de carboncillo. Marco la recomendación con rotulador fluorescente amarillo chillón. Hago publicidad al margen de toda gratuidad. La ocasión así lo merece. Se trata de una convocatoria de veras recomendable. La Semana de Teología es palabra mayor. Los asistentes siempre salen ganando con creces. Esta propuesta del obispado enriquece el intelecto. Porque además también parece proyectada ‘Para pensar el Evangelio’, por calcar el título de la célebre obra de Andrés M. Sevilla, sacerdote jesuita. Discernimiento, renacimiento. La formación cristiana es un continuum, una obra en marcha. Un proceso no parcial sino integral de transformación personal. A mejor formación, más felicidad para nuestra tarea evangelizadora. Y ya nos dijo el papa Francisco que la evangelización no se cultiva por proselitismo “sino por testimonio”. Un testimonio, por tanto, despierto: con conocimiento de causa.

No cesé de tomar apuntes -sobre la pantalla del iPad- durante la ponencia de nuestro obispo José Rico Pavés ‘Por nosotros y por nuestra salvación. El argumento soteriológico y la actualidad de Nicea’. Llego a la conferencia con unas nociones básicas a propósito del Concilio de Nicea -celebrado en el año 325 de nuestra era-. Verbigracia que es considerado vez tras vez como el primer concilio ecuménico de la Iglesia Católica. Nadie jugó a dos bandas ni miró entonces para la galería. Se levantó la veda de la persecución de esta religión centrada en las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Por ende el símbolo niceno de Fe constituye a todos los efectos -y hasta el tiempo presente- el núcleo cristiano. Y asimismo la herejía del arrianismo. El hito descansó en el consenso de obispos que defendían enfoques quizá muy diferentes a propósito del misterio de Dios: el hijo es Dios de Dios, Dios verdadero de Dios verdadero. El presbítero Arrio de Alejandría estableció la lucha de contrarios, esto es: solidificó la controversia principal, en tanto en cuanto negaba, por así exponerlo, la plena divinidad de Jesucristo, considerándolo una criatura “creada por Dios Padre”. La definición de la divinidad, el credo de Nicea y su gran impacto en el cristianismo, así como el contexto político -no pasemos por alto la significación del Edicto de Milán- y la cohesión de culturas de raíces judeocristianas y grecorromanas contextualizan un Concilio histórico.

Con este conocimiento hago acto de presencia en la charla de don José, quien la dictó sin apuntes ni folios a su alcance. Su brillantez como orador permanece fuera de todo debate. Habló nuestro obispo de la decisiva cuestión de las fuentes. Explicaría al detalle el significado de la soteriología, léase la doctrina teológica del estudio de la salvación. Rico Pavés recuerda que autores como san Ignacio de Antioquía explicita en una de sus cartas un pasaje alusivo al verdadero Dios, verdadero hombre, un único médico en la muerte: medico que nos salva, nos cura. Quiso destacar el número de obispos que concurrieron en el Concilio de Nicea: 318, todos ellos vistos como servidores de la Fe, habida cuenta 318 fueron también los hombres que acompañaron a Abraham en su predicación y en su operación de rescate. No pasó por alto a Epifanio, a los autores eclesiásticos del siglo V, la ausencia de las actas del Concilio, los testimonios de Eusebio y Atanasio, Teodoreto de Ciro, los anatematismos, Clemente de Alejandría, Sócrates de Constantinopla, Juliano el apostata, Tertuliano, el papa Melquíades, el emperador Constantino

Don José indicó que el credo niceno es probablemente un credo bautismal. Anteriormente a Nicea los credos principiaban por la primera persona del singular: “Creo”. Tras Nicea comienza por la primera persona del plural: “Creemos en un solo Dios verdadero”. El Concilio de Nicea parte de un hecho demostrable: no coincide el relato de las narraciones con el relato de los testigos. Por consiguiente, los documentos cobran un valor capital. ¿Eran conscientes los protagonistas del Concilio de la trascendencia de cuanto allí iba a ocurrir? Por supuesto que no. Finalmente, de la mano de nuestra autoridad eclesiástica, permítame el lector proponer la amenidad e idoneidad de un libro de reciente publicación (2024): ‘Fontes Nicaenae Synodi. Las fuentes contemporáneas para el estudio del Concilio de Nicea’, de Samuel Fernández. Pasen y lean…

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