Nunca lloró así la Virgen de las Aguas

07 de noviembre 2025 - 03:05

Quien esto escribe no es amigo de invenciones, ocurrencias y caprichos priostales porque cree que lo devocional y estéticamente consolidado no debe tocarse, que hay formas cerradas tan perfectas que no admiten alteraciones, ya sea por lo que escribió el poeta –“¡No le toques ya más, / que así es la rosa!”– o por lo que dijo el torero: “clásico es lo que no se puede hacer mejor”. Quien esto escribe da por bienvenido lo nuevo, siempre que tenga calidad y no sustituya o estropee lo valioso que antes había, y deplora el exceso de salidas extraordinarias, magnas o procesiones de clausura.

Pero como procura no mentir y asume sus contradicciones, quien esto escribe se rinde ante la perfección estética, la emoción dramática y la arrasadora fuerza devocional del Stabat Mater que la Hermandad del Museo ha creado para la salida extraordinaria de hoy y la Misa Estacional y el retorno a su capilla de mañana con los que conmemora el 450 aniversario de su fundación.

Nunca he visto a la Virgen de las Aguas más hermosa –que Ramón Pérez de los Santos, que está con Ella, me perdone–; nunca he oído su plegaria, que es también queja, tan dulce y conmovedoramente desgarradora; nunca me ha estremecido tanto el trágico el estertor de su Hijo. ¡Será hermoso, leve y elegante el personalísimo e irrenunciable palio de finos varales! ¡Será en él, nube de oro, la Virgen de las Aguas la Inmaculada dolorosa de Sevilla!… ¡Pero este Stabat Mater!...

Treinta y tres años después de la fundación de esta hermandad, estrenó Monteverdi el Lamento d’Arianna que posteriormente transformó en el Pianto della Madonna. Hoy y mañana lo oirán sin saber que lo están oyendo. Porque dice la Virgen de las Aguas, con su arrodillarse al pie de la cruz, con sus manos suplicantes unidas, con su mirada alzada a un Dios que parece haberlos abandonado: “Déjame morir, Hijo mío, te lo suplico… Mi corazón se desgarra. Piensa en tu madre que gime y suspira y te pide compartir contigo esta muerte atroz, clavada sobre la dura y terrible cruz… ¿Son esas las promesas del Arcángel Gabriel? ¿Así es la Real corona que debe ceñir tu frente? ¿Así es el elevado trono de nuestro antepasado David, el ser clavado en cruel madera, traspasado por clavos y coronado de espinas?... Ecce plorando, ecce clamando, rogat te misera Maria”.

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