Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Conspiración?
Ojo de pez
Cuando a un político le da por hablar del "lugar interior" conviene echarle un ojo a la cartilla, por si acaso. Con su defensa de la matria, Yolanda Díaz ha confirmado que, en lo que a la izquierda revolucionaria y ministerial se refiere, hemos pasado de los sermones de cura enfadado que nos brindó Iglesias a la catequesis tierna y angelical de la susodicha. Pero en el fondo, claro, hablamos de lo mismo: de la imposición del dogma como artículo de fe. Más allá de que Borges y Virginia Woolf, que figuran entre los autores citados por Díaz, emplearan el término matria en sentidos muy distintos, la reivindicación de la misma como "lugar interior que nada tiene que ver con el Estado" confirma una deriva bien preocupante para el feminismo que nos devuelve, en muchos sentidos, al punto de partida: se trata, parece, de inscribir el mundo de la mujer a ese pasto interior, de crecimiento iluminado y experiencia ultrasensible, en el cuarto propio y con el candor preciso, mientras que del Estado, de la norma, la vigilancia, el bien común y, al cabo, esas cosas serias e importantes incluidas en lo que por contraposición la propia Yolanda Díaz parece reconocer como patria, ya se ocupan los hombres, aunque sea por una mera distinción filológica. Lo que menos necesitaba el feminismo era ponerse repipi. Pero ahí estamos.
No crean, nada de esta jugada es gratuito. Esta dejadez de funciones por parte de una izquierda que abjura de la política para hacer catequesis viene que ni pintada en un contexto en el que la pandemia ha convertido a buena parte de la población española en una masa excluida, desempleada, desahuciada, atemorizada, sin perspectiva de futuro, condenada a la limosna y a la desesperación. Los políticos de cualquier signo que reclaman para sí sueldos vitalicios y privilegios dignos de entramados criminales mientras nadie sabe cómo ni cuándo vamos a poder salir del desastre se frotan las manos cada vez que el iluminado de turno decide utilizar su superioridad moral para ponerle unas velas a la Virgen del Carmen. Llevamos demasiado tiempo perdido en teologías alucinantes en manos de incapaces que creen estar haciendo un favor a minorías sociales cuando la mayoría, anónima y despreciada, sigue corriendo por la cañería. Al final, lo de asaltar los cielos sí que iba en la onda agustiniana. Quién lo diría.
Por si acaso, convendrá decir a la vicepresidenta que no queremos patrias ni matrias. Que de nuestro lugar interior ya nos ocuparemos nosotros, si nos apetece. Y que si eso es todo lo que tiene que decir ante el abuso permanente, por favor, deje paso. Amén.
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