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Hasta lo medios más favorables al Gobierno han estallado ante las mentiras y las tergiversaciones –algunas desmentidas en directo por los informadores presentes– que Pilar Alegría volcó con el desenfado propio de su apellido en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, sobre todo en lo que se refiere al dictamen de la Audiencia Provincial de Madrid sobre el caso Begoña Gómez y las rebajas de penas a los etarras. Lo hizo hasta con el indignado ardor de quien se cree lo que dice y se siente dolido por los bulos de la máquina del fango. Baste como ejemplo el énfasis con el que largó una de sus trolas, fácilmente desmentida por la comparación entre los dos textos: “Este texto que se va a aprobar en el Senado es literal, ¡óiganme bien!, literal al texto que aprobó el Gobierno del PP, del señor Rajoy, aquí en Consejo de Ministros del año 2014. ¡Literal!”.
Pero todo esto ya lo saben ustedes. Y por desgracia seguro que no les sorprende. Nos hemos acostumbrado. Tras tantos garrotazos de trolas, disparates y desdichos se ha generado una especie de insensibilidad que hace que los golpes no duelan y lo escandaloso no escandalice. Los críticos con este Gobierno dan por hecho que esto es lo propio del sanchismo, su naturaleza; los partidarios, aunque cada vez más desmotivados, lo consideran un mal menor a cambio de librarnos de la fachosfera; y los de la adhesión inquebrantable lo aplauden como verdades incontestables por aquello de que no hay peor ciego que el que no quiere ver y del ignaciano “debemos siempre tener, para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina” que los comunistas adaptaron a la fórmula “es mejor equivocarse con el partido que tener razón fuera de él”. Y ya se sabe que el partido era lo que en cada momento su líder decidiera que fuera. Recuérdese como caso límite el triple cambio antinazi, por nazi y otra vez anti nazi que dio Stalin –y con él todos los partidos comunistas– solo en dos años, de agosto de 1939 a junio de 1941.
Esto no es lo propio del PSOE que se homologó con las socialdemocracias europeas entre 1972 y 1979, del XXVI Congreso de Suresnes al XXVIII de mayo y el extraordinario de septiembre. Pero ese era el PSOE del González que se despachó a gusto en La noche en 24 horas de TVE: “¿El Gobierno más progresista de la historia? Es una ofensa a la razón”.
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