La mujer del amante

CUANDO las cosas se ponen feas es cuando mejor se cata el talante de las personas ante sus circunstancias. Pero como cualquier hijo de vecino que aguanta su vela, siempre hay a su alrededor quienes lo sufren. No parece de recibo que tengamos que estar asistiendo a este baile de máscaras sin que los protagonistas verdaderos que sufren las inclemencias en silencio no tengan reconocimiento. Es bueno referirse a cómo debe estar de orgullosa la hermana del papa Francisco ante la respuesta mundial a las iniciativas de su hermano del alma, o la enorme sonrisa que siempre enseña la mujer de Felipe en sus apariciones públicas. Lo de la madre del rey, debe ser secreto de sumario. No sabemos cómo estará llevando su jubilación anticipada o cómo lo pasará cada vez que se cruza en pijama con alguno de sus yernos. Lo de los hijos de Rajoy debe ser otro tema, hartos de que se le vilipendie a todas horas, y lo del padre de Pablo Iglesias puede que nunca lleguemos a imaginar el chorreo de babas que parece tener a diario. El cuñado de Artur Más está de baja por trastorno mental. Y la abuela del pequeño Nicolás con la tensión alta. Sin ir más lejos, hay que hablar de lo mal que lo estará pasando la amante de Monago, o la de Bárcenas, si es que la tiene. Es para ponerse en sus pellejos y pensar que de aquellos polvos vienen estos lodos; por no hablar de cómo estará influyendo la carga de trabajo de su esposa en la erección del marido de la juez Ayala o en las alopecias areatas de las melenas de las mujeres de Griñan o Chaves a causa de tantos rumores, tantas noches en vela y tantos problemas por culpa de la política. Hay que imaginarse cómo estará Paquirrin, el hijo de Ortega Cano, o los de Rafael de Paula o Pedro Pacheco ante tanta marcha. Lo de los familiares, los amigos íntimos, los cuñados, las niñas, los primos, las amantes y los testaferros puede dar para escribir una novela. Es sólo un suponer.