Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez, 1979: Choquet, Esteban Viaña, Manolo Benítez, Falconetti y Nadiuska
Parece que alguien, que siempre es el poder, se empeña en hacernos vivir en lo virtual, no 'lo' virtual, sino 'en' lo virtual, que puede no parecerlo, pero es del todo diferente.
Una cosa es que seamos seres libres y que en ejercicio de esa libertad, inherente a nuestra condición humana, podamos decidir y elegir nuestro destino, siendo responsables de lo que hayamos escogido y de todas sus consecuencias, y por tanto, en gran parte, de la realidad en la que vivamos y vayamos a vivir, puesto que estará condicionada por las decisiones que hayamos, o no, tomado. Y otra cosa bien distinta es mezclar, confundir o incluso tratar de sustituir la realidad cierta en la que vivimos -ejerciendo un uso de una libertad pretendida, pero que no es tal-, por cualquier otra que no lo sea -cierta-, con la pretensión de hacerla pasar por lo que no es.
Esto, que ahora planteamos, nada tiene que ver con la existencia, más que posible, de más de una o de cien realidades tan ciertas como la que creemos única, pero no estamos ahora filosofando al respecto, nos referimos al hecho de intentar reemplazar lo que no nos gusta de nuestra vida, por algo más cómodo, agradable o llevadero. Y no se confundan, tampoco tiene esto que ver con lo que nos enseñó don José Ortega y Gasset: salvar la circunstancia que hemos de salvar para salvarnos a nosotros -valga la reiterada, pero conveniente, redundancia-.
El poder, el que vemos y pensamos que es, pero el que también es, aunque ni lo veamos ni lo pensemos, tiene un primordial y nítido objetivo muy por encima de cualquier otro que pregone o simule tener: mantenerse. Velar por el bienestar del ciudadano, que es el que, sin excusa posible que valga, debiera ser su principal e inexcusable cometido, sólo sirve de pretexto para conseguir lo que en verdad le preocupa.
En la circunstancia que nos encontramos, en la que ellos, los que ostentan el poder, quieren que estemos, lo virtual se convierte en un espurio instrumento más -las leyes impuestas, consentidas o no, la fuerza y el castigo, son algunos otros de los que emplean- para evitar que salvemos esa circunstancia que nos somete, coarta, castiga y limita arbitrariamente nuestra libertad.
La verdad no puede ser virtual. Es verdad, si no lo es, simplemente es mentira, engaño o falsedad. No debemos confundir lo verdadero, de lo que ahora hablamos, con esa otra 'verdad primera' que en filosofía se trata de buscar, pues anda esta última por otros derroteros, necesarios y enriquecedores, pero que nada tienen que ver con los embustes que nos quieren mostrar como verdades, o con 'la verdad' que cada formación política reclama como propia y exclusiva.
Lo que se ha dado en llamar 'realidad virtual', nada tiene de real. Lo virtual, por definición, es algo pensado o supuesto, inventado o imaginado, pero no real. 'Realidad virtual' es una aporía imposible, una paradoja sin solución. Sumergirnos en ese mundo que no existe, perdiendo la perspectiva suficiente para ser conscientes de que no es el mundo real, nos abocará de modo inevitable a olvidar la consciencia que nos mantiene unidos a la realidad en la que, en esta sí, vivimos.
Por otra parte, el empeño, cada vez más frecuente y preocupante, en esa 'libertad virtual' -que puede ser diversión pero también perversión- es la tentativa, con apariencia inofensiva y de inocente diversión, de ir haciéndonos creer que somos libres: lo seríamos sólo en esa realidad irreal. En tanto esto suceda, el distanciamiento de lo real dejará las zarpas libres a quienes van a modelar nuestro mundo a su conveniencia y antojo sin demasiadas protestas por parte de los futuros cautivos, que se piensan libres en su mundo virtual. Cuando quieran regresar al mundo cierto, a la realidad no virtual, será demasiado tarde para poder hacerlo en libertad. Ya no habrá opción.
Los sorprendentes e inimaginables avances de la ciencia, que nos permiten disfrutar de fantásticos ordenadores, hologramas, espectaculares videojuegos, efectos especiales difíciles de distinguir de los reales, fulgurantes transmisiones inalámbricas, androides, inteligencia artificial, etc. nunca deberían llegar a suplantar la conciencia de lo que somos: seres humanos, no máquinas. Servirse de toda esa tecnología, y de la que venga, es bueno y provechoso, siempre que no perdamos la consciencia de lo que somos, no consintamos ceder la libertad que nos determina, y actuemos conforme a ello.
Parece que la inteligencia artificial es el nuevo tsunami tecnológico que va a cambiar el mundo que vivimos, pero no olviden que jamás habrá 'sensatez artificial', ni 'prudencia artificial' tampoco. Estas debieran estar siempre presentes en nosotros.
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