La esquina
José Aguilar
Ya no cuela el relato de Pedro
Brindis al sol
Existen autores españoles que tuvieron importancia en su momento, pero que, pasado el tiempo, sus nombres andan por ahí perdidos, encapsulados, con olor a naftalina y sabor a viejo manual de literatura. Apenas se les recuerda, acaso con motivo de un centenario o para rendirle culto en algún discurso institucional. La causa de este frío y acartonado distanciamiento no se debe a que hayan agotado su valía: sólo les ha faltado atención pública y lectores. Y han acabado convertidos en mascarones de proa, condenados a figurar en antesalas académicas. Como mucho, se les desempapela, de tarde en tarde, en algún seminario universitario, para satisfacción exclusiva de eruditos y especialistas.
Por fortuna, alguna vez aparece un estudioso, buen lector y con fino olfato, que percibe la calidad y las posibilidades que aún ofrece alguno de esos escritores perdidos y olvidados. También puede tratarse de un grupo, movimiento o toda una generación. Lo importante es que se capte el tesoro que estaba oculto o reducido a mera parafernalia, recubierta de polvo. Este tipo de estudioso casi siempre ha gozado de amplias lecturas, cuenta con una rica sensibilidad, sin haberse sentido obligado a seguir los convencionales itinerarios académicos. Por ello, sabe recuperar esas voces viejas, pero que los españoles continúan necesitando leer. Un buen ejemplo de ese tipo de escritor lo encarna Andrés Trapiello. Mira al pasado no como una antigualla solo apta para raros y curiosos, porque sabe husmear, entre libros, con un criterio ávido y acumula lecturas que le permiten discernir lo que merece ser recuperado. Y en esa labor lleva mucho tiempo empeñado. Una labor que requiere entrega, una pasión desmedida por la lectura, y una idea clara de las cuestiones que deben ser rescatadas para alimentar la vida intelectual de los españoles. Pero para conseguir esos efectos no solo son necesarias lecturas, también hay que estar dotado de la capacidad discursiva de un militante del rescate literario. Además, hay que cultivar un tipo de ensayo combativo como arma polémica para expresarse, porque los detractores y críticos suelen ser muchos. Sin olvidarse de aportar los datos que justifican cada una de las ideas que se defienden. Pero, por fortuna, todos esos rasgos están presentes en la escritura de Andrés Trapiello. Y dan sentido a su más ambiciosa apuesta: recuperar a la Generación del 98, en Los nietos del Cid. Una obra que no ha envejecido, como puede comprobarse en la espléndida reedición que presenta en estos días la editorial sevillana Athenaica.
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