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Visiones

Amalia Vilches

Un odio fuera de lugar

Érase una vez un pueblo en el que vivía un hombre famoso por ser desagradable, una mala persona y de poco fiar. Como el marqués de Bradomín valleinclanesco, era un tipo feo y católico, aunque, a diferencia de aquel donjuán, poco sentimental. Y como a todo puerco le llega su sanmartín, un día le llegó su hora y se marchó de este mundo. Pocos lo lloraron, pero, en su entierro, todos los que acudieron a despedirlo se hicieron lenguas de su persona, de su bondad y de su simpatía. Una adolescente, que no entendía los elogios, le preguntó a su padre que le explicara cómo aquellos que en vida lo denostaban sin piedad habían cambiado tan rápidamente de opinión. Que había que respetar la memoria de los que se marchaban, le contestó el padre, al menos por respeto al dolor de quienes los habían perdido y que eso honraba a los que, sin dejar de reconocer sus defectos, tenían la bonhomía de callarlos en tan duros momentos.

Hace pocos días se nos ha marchado para siempre Almudena Grandes, una mujer que se caracterizó por su solidaridad con los más desafortunados, que anduvo siempre comprometida con ellos y que fue crítica con un pasado histórico pleno de desafueros y de injusticias difíciles de olvidar. Una gran escritora, figura incontestable de las letras hispanas, que se caracterizó por su alegría, por su generosidad, por ser fiel a sus amigos y consecuente con sus ideas. Por eso no se entiende cómo haya habido quienes pretendan enturbiar y desprestigiar su memoria, tan lejos de esa categoría humana que recomienda el respeto a los muertos y que, con sus manifestaciones llenas de venganza, los descalifica sin paliativo alguno. Y es que algunos no le perdonarán nunca que fuera republicana, de izquierdas y sentimental.

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