NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Los profesores recuperan el control de las aulas
AHORA que he pasado a una retirada actividad y me preocupa, y en parte ocupa, mi descendencia en tercera generación, me gustaría hacer una reflexión en voz alta sobre uno de los fenómenos sociales que nos invade, que no es otro que el remarque del sexo en nuestra lengua; sobretodo oral -no el sexo, sino el lenguaje- con olvido de las normas de la RAE; porque, al menos que yo sepa, éstas no han variado en lo que a lo del uso del género se refiere. Es más, desde la misma se afirma que tales repeticiones suscita la creación de soluciones artificiosas contrarias a las estructuras gramaticales.
En la norma está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva. Sólo razones de corrección política, de los partidarios de transformar los mecanismos lingüísticos, para hacer más visible la presencia de la mujer en la sociedad, los que hacen costumbre explicita de la alusión a ambos sexos. No es aconsejable, nos dice un informe autorizado sobre el tema, forzar cambios en la lengua para transformar las estructuras gramaticales. Tenemos que partir de que el concepto de género no responde a una categoría que tenga que ver con la realidad que nombra, y por el contrario, "rechina" al oído la alteración del ritmo gramatical a que obliga ésta viciada costumbre, haciendo perder belleza y "musicalidad" a la expresión. El afán no sexista en el uso del sustantivo alcanza cotas desmedidas, sobre todo cuando no tiene en cuenta aquéllos que son comunes en cuanto al género y se utilizan de forma compulsiva, errónea y malsonante; como por ejemplo: médico y médica, que no son lo mismo; ya que el primero hace alusión al profesional y la otra al gremio (clase médica, institución médica); soldado (militar) y soldada (sueldo que aquél percibe); político y política (ésta, como "el arte de disfrazar de interés general el interés particular", según Edmundo Thieulerand, y el primero como encargado de llevarla a efecto). En esta obsesiva línea de conducta todo se acepta con tal de que no le falte a cada masculino su femenino (p.ej. juez/jueza) no así al contrario cuando la expresión tiene connotaciones, en sí misma, de femineidad (ej. periodista/periodisto,) ¡no faltaría más! ¡El machismo ni por asomo! aunque raye lo inadmisible y "vapuleemos" nuestra gramática, ya de por sí bastante deteriorada con el uso y abuso en las nuevas tecnologías de la comunicación.
Me parece bien la corriente que proclama el lenguaje no sexista, por supuesto; pero la radicalización resulta ridícula. No podemos adulterar nuestra lengua de modo arbitrario. Debemos procurar hacerla respetable, respetándola; presumir de ella dándole categoría: es nuestro idioma, el de trescientos millones de personas.
Me contó un amigo que estuvo en una misa que celebraba un cura "progre" su sermón que fue una mezcla de hombres-mujeres, feligreses-feligresas, contentos-contentas, niños-niñas, chicos-chicas, adultos-adultas, que al final confundía catequistas con catequistos y el pimiento con la pimienta. Tanto que al salir, un viejo le decía a otro: "Yo no entiendo qué coño quiere este cura". A lo que el otro respondió: "los m…", yo nunca había oído hablar así, con tanto retruécano, al final no me he enterado de qué iba la homilía".
Por lo expuesto sólo me queda asumir el rosario de descalificaciones que me puede sobrevenir. Se me tachará de reaccionario, de conservador, incluso de franquista, que es la descalificación que más "vende". Nada más lejos, lo que procuro es alzarme en defensa de mi lengua, bastante vapuleada con los anglicismos y los viciados usos, y tratar de hablar y escribir con la mayor corrección, dentro de mis limitaciones, en pro de un mejor legado. Pretendo no llevar la contraria o tener afán de polémica; pero me inclino por tener en cuenta, a la hora de expresarme, a los buenos académicos y escritores, que no a los progres a ultranza sin rigor académico. Desde luego, cuando a aquéllos les vea emplear las/los y "arroben" sus textos me lo replantearé y me dispondré, entre otros, al dictado del cura referido a convertir, incluso mis oraciones, en recitales interminables con un "…venga a nosotras y nosotras Tú Reino…"; "… perdona a nuestros deudores y deudoras…" Ello sin desdeñar con tamaño despropósito - lo mismo que ya "infiltramos" la "M" entre la "A" y "P" de APAS- un "Padre Nuestro y Madre Nuestra que estáis en los Cielos…" que podría quedar, incluso resultón. ¿Qué os parece?
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