La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
MUCHOS van por la calle sin el ojo tapado y con muy poca vista. El parche que algunos llevan para censurar un retrato que desprende sentimiento y garra, es mucho más opaco que el que lleva con orgullo el torero Juan José Padilla. El fotógrafo Daniel Ochoa de Olza captó el ser del jerezano, no es apología de nada. Capta el momento. El instante justo de una persona en el que su mundo pende de un suspiro. Así me lo transmite. La mirada de Padilla -que finalmente no ondeará en las banderolas de la exposición World Press Photo de Barcelona por deseo de su Ayuntamiento- es la mirada de quien se enfrenta a sus miedos. La montera se la encaja con el mismo ahínco que el que cierra una carpeta llena de currículos para enfrentarse a un mundo laboral que da peores cornadas que un toro. Y sus venas se marcan como las de los jornaleros del campo, curtidas en el trabajo duro. No se habla del toreo. La imagen de Daniel es la vida.
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