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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

En la paz del abrazo de Jesús Nazareno

Primer viernes de marzo y 18 de diciembre son dos caras de una misma y única verdad

Hay fechas con nombre propio que despiertan memorias, evocan rostros y convocan. Cada cual tiene las suyas. Para mí 6 de enero es Gran Poder; Domingo de Pasión, Silencio en el desprecio de Herodes; 21 de noviembre, Amargura y Presentación; 18 de diciembre, Esperanza Macarena. Hoy es uno de esos días. Las ocho palabras que lo nombran abren azahares, hacen sonar antiguas saetillas, convierten la madera de la muerte en carey y plata de resurrección, abrazan todas las cruces de nuestras vidas, imponen silencio al pueblo cristiano avisándole con el poderío de la voz de Centeno que aquí tiene a su redentor, anuncian la vira de oro de la luz de las tardes de marzo por la que -como escribió Joaquín el soleano- viene Jesús Nazareno. Hoy es primer viernes de marzo en San Antonio Abad.

Son importantes en esta hermandad mía el 14 de septiembre de exaltación de su primer titular, el 8 de diciembre concepcionista o el Domingo de Resurrección de azahares. Pero para mí no hay fecha más nazarena y preñada de promesas -"por la noche, entre la lluvia y los filos del viento, llegan ecos indecisos, vagos, de cornetas, sueños, procesiones" escribió también el soleano- que el primer viernes de marzo. Da igual que sea un día cálido o frío, luminoso o lluvioso. Toda la luz de la primavera por venir está en estas ocho palabras, intacta.

Primer viernes de marzo y 18 de diciembre son dos caras de una misma y única verdad. Tengo para mí que la Macarena es un Silencio de capa y barrio, y el Silencio una Macarena de centro y ruan. Es la Esperanza, como escribió el de Tarso, "ancla del alma, segura y firme, que penetra más allá de la cortina [de la muerte], donde entró, como precursor, por nosotros, Jesús", convirtiendo todas las sentencias de muerte en promesa de vida eterna sentida con la certeza de lo que se ve. Convierte el abrazo de Jesús Nazareno el madero de muerte de la cruz en rico símbolo del triunfo final del amor y de la vida. Parecen escritas para él estas palabras de San Juan de Ávila que dedico a mi primitivo hermano Manuel Palomino: "¡Oh Jesús Nazareno! En la cruz me buscaste, me hallaste, me curaste, me libraste y me amaste. Calle, en comparación de tu cruz, todo lo que en el mundo florece y tan presto se seca; y hayan vergüenza los mundanos del mundo, habiendo tú tan a tu costa combatido y vencido en tu cruz". En la paz del abrazo del Nazareno descanse.

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