Literatura

Mauricio Gil Cano

Escritor

Un personaje en busca de su autor

La suerte de Cádiz. La suerte de Cádiz.

La suerte de Cádiz.

Todos los ingredientes de una buena novela negra confluyen en La suerte de Cádiz: Vuelve Benito Bram (Ediciones Mayi, Cádiz, 2022) de José Rasero Balón (Alhucemas, 1962). Se trata de la tercera entrega de las aventuras de Benito Bram, un detective larguirucho, decadente y sesentón, aficionado al alcohol y a la música de jazz. Las anteriores fueron Áticos y viento (2015) y La novela de Flor Parodi (2019), ambas también editadas por Mayi. Como en las ocasiones precedentes, el lector podrá seguir las peripecias del investigador privado por las calles, antros y tugurios de la capital gaditana y frecuentar una galería de personajes característicos que zozobran entre la marginalidad y la delincuencia. Esta vez, el protagonista busca además al escritor de sus casos, el propio JRB, en una nueva vuelta de tuerca que nos acerca a Niebla de Miguel de Unamuno, aunque también a la segunda parte del Quijote, pero con tintes de esperpento. «—¡Acabaré contigo, maldito juntaletras! ¡Mamacallos de la entelequia!», estalla Benito Bram cuando contempla en el escaparate de la librería Manuel de Falla las otras dos novelas de la trilogía.

En la que nos ocupa, la acción transcurre con una insólita ola de calor durante las últimas semanas de diciembre. Un anciano es encontrado semidesnudo y muerto por arma de fuego en su mísera vivienda del barrio de la Viña. Se trata de un conocido exlibrero y capo de una mafia que promueve una lotería clandestina. Otro pez gordo de la misma organización, desde su apartamento de lujo, tocará los resortes precisos para callar a la prensa. Tipos y ambientes sórdidos se suceden ágilmente descritos en una narración original y brillante, salpicada de guiños costumbristas y gastronómicos, literarios y musicales. Tampoco faltan la ternura de una niña ni la lealtad de un perro, que servirá de hilo conductor en una trama primorosamente encajada. De los tres volúmenes dedicados a Benito Bram, tal vez sea este el más acabado y perfecto. El lenguaje ha sido cuidado sin preciosismos, sino adecuándose a las circunstancias y a los requerimientos de los personajes. José Rasero demuestra su maestría en el uso del idioma, así como en el manejo de los tiempos y en la estructuración de la novela. Además, el texto está sazonado de dichos con gracia de raigambre popular: «El buen vino y las sopas hervidas alargan nuestra vida», por ejemplo.

Curtido en la cantera del desamor y en la escuela de los fracasos, el héroe —o más bien, el antihéroe— creado por José Rasero Balón, particularmente, en esta tercera entrega, como afirma M. Ángeles Robles en el prólogo, «está en horas bajas, resopla como un animal herido». Afortunadamente, su irremediable sentido del humor le salva de la tragedia.

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