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H ubo una época en la que el periodismo estaba tan bien visto que era considerado como el cuarto poder. Allá por el siglo XIX mi profesión se ganó su propio hueco en la sociedad de todo el mundo ¡Quién lo diría! Víctor Hugo, Mariano José de Larra, Joseph Pulitzer, Emilia Pardo Bazán, Carmen de Burgos, Ernest Hemingway, Truman Capote, Tom Wolfe... nombres que marcaron un antes y un después en el mejor oficio del mundo. A algunos los leí, a otros los estudié. Todos me gustaron, pero si hubo algo que me enamoró de ellos fue su afán por intentar hacer del mundo un lugar mejor. Profesionales que se ganaron el poder llamarse a sí mismos periodistas trabajando e investigando para que la sociedad en la que vivían fuese más libre y justa. Y es que ya sea con pluma, con Olivetti, ordenador, tablet o teléfono móvil, el objetivo de un periodista debería seguir siendo el mismo. Porque para contar historias el formato es lo de menos y al revés de lo que muchos piensan, este puede ser el momento de demostrarlo. Me hace gracia cuando algunos se burlan de las redes sociales, de las nuevas tecnologías y del periodismo digital quitándole importancia, tachándolo de banal y menospreciando la que es ya la nueva realidad. Los "grandes", sobre todo. Para aquellos eso de lo digital es una grandísima pantomima. Una tontería, una absurdez y, desde luego, la antítesis del periodismo. Qué equivocados, ¿no? A esas personas les diría que buscasen en el diccionario la definición de periodista y que luego pusieran un post en Facebook, lo compartieran en su LinkedIn y lo tuitearan para enseñar a todos cómo hay que hacer las cosas. ¡Ah, no! Que los grandes no usan las redes. Que son solo para las nuevas generaciones, para los ignorantes, los nuevos "tontos" que llegan trabajando de sol a sol, intentando demostrar lo indemostrable para ganarse un hueco junto a los que todavía piensan que existen verdades absolutas, que lo digital no es serio y que reinventarse está sobrevalorado. A esos me gustaría decirles que quedarse desconectado es estar sentenciado a la marginalidad. Y esa es hoy la única verdad aplicable a cualquier profesión. Así que, seas periodista, maestro, abogado o escritor deberías ir dando el salto, quitándote la mala cara y comenzando a despertar. Hacerse un perfil en Twitter no es tan malo. Si quieres te enseño a hacerlo. Entérate: los jóvenes también temeos mucho que aportar.
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