
El balcón
Ignacio Martínez
Rendir a golpes
La ciudad y los días
Allá por agosto de 2011, en el lamentable final del mandato de Zapatero, escribí que dos películas de Bertrolucci y Morricone habían puesto música al ascenso y al declive del PSOE desde Novecento (que en 1977 llenó los cuartos de los jóvenes socialistas de posters con el cuadro El cuarto estado de Pelliza da Volpedo que Bertolucci escogió como cartel y cuya banda sonora sirvió para la campaña del PSOE del 77) a La tragedia de un hombre ridículo que representó Zapatero.
Con González y Guerra al frente, al son de la marcha Il quarto stato de Novecento, el ascenso del PSOE homologado con las socialdemocracias europeas fue imparable: de 5.371.866 votos en 1977 y 5.469.813 en 1979 al arco abierto desde los 10.127.392 de 1982 a los 9.150.083 de 1993. Y aún la derrota de 1996 tuvo un resultado abultado para un PSOE a escasa distancia del PP (9.425.678 frente a 9.716.006 votos).
En el descenso del socialismo al sanchismo se tocó fondo al alcanzar en 2016 los peores resultados en la historia del partido: 5.443.846 votos, la mitad de los que logró en el 82. Vinieron después el derrocamiento y la resurrección de Sánchez, que logró 7.513.142 en abril del 2019 para bajar a 6.792.199 en la repetición de noviembre dando inicio a los gobiernos de coalición con los populistas de extrema izquierda, apoyados al altísimo precio de indultos, amnistías y otras concesiones a nacionalistas de derechas (PNV) e independentistas de izquierdas (ERC, Bildu) o de derechas (Junts).
Desde aquel bajón hasta hoy ha cambiado la película y la música. Lo pensaba, en estos tiempos de Koldo, Ábalos, Jéssicas, mises y wasaps, viendo Sweet Charity(Noches en la ciudad), el musical de Cy Coleman, Dorothy Fields y Neil Simon basado en Las noches de Cabiria de Fellini que Filmin ha incorporado a su oferta. Su mejor número, puro genio de Bob Fosse, es Big Spender, en el que las “taxi dancer” cantan tras la barra de un salón de baile que mal encubre un prostíbulo para atraer a los clientes: “¡Oye, gran derrochador! Desde el primer momento que entraste en el local pude ver que eras un hombre de gran distinción, un gran derrochador, bien parecido, tan refinado. Dime, ¿no te gustaría saber qué me está pasando por la cabeza? Así que déjame ir directamente al grano. ¡Oye, gran derrochador! ¿No te gustaría pasar un poco de tiempo conmigo? ¿No te gustaría divertirte, divertirte, divertirte?”. ¿Les suena?
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