La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Somos puritanas, usamos tijeras...

Censurar lo que no se ajusta a los patrones vigentes es una antigua práctica enarbolada ahora por la corrección política

A Teresa Rodríguez le preocupa la escasa presencia femenina en los dibujos animados, especialmente en La patrulla canina, pero también en Pocoyó, Doraimon o Bob Esponja (rompo una lanza en favor de la última: frente a un cangrejo explotador, un calamar elitista, un perverso organismo unicelular, una estrella de mar tonta o la esponja protagonista -ambas con fuerte tendencia hermafrodita y autorreproductiva-, el único animal inteligente es una ardilla tejana a la que le ha dado por vivir en el fondo del mar). En tiempos de pandemia y crisis mundial a causa de los sucesos afganos a Teresa Rodríguez le preocupa la presencia femenina en "La patrulla canina, haciendo incluso sugerencias que no sé si los guionistas tendrán en cuenta: "¿Por qué Skye [una perra coker spaniel] no puede ser la jefa de la patrulla canina si es la que siempre acaba rescatando al personal?".

Lo sé. Es fácil embestir este trapo. Y haciéndolo se incurre en lo mismo que se critica: prestar atención a una chorrada. Pero se inscribe en una corriente censora que, no contenta con el análisis de los dibujitos desde una perspectiva de género, da el peligroso paso siguiente de pedir que se prohíban los que no se ajusten a sus criterios (no quiero pensar lo que dirían de los maravillosos dibujos de la Gata Loca y el ratón Ignacio del gran pionero George Herriman, que tanto influyó en la historia del cómic y la animación desde los Tom y Jerry de Hanna y Barbera o el Correcaminos y el Coyote de Chuck Jones a los simpsonianos Rasca y Pica de Groening), que se prohíban clásicos del cine como Lo que el viento se llevó -que HBO llegó a retirar de su plataforma- o que se alteren textos de clásicos desde Shakespeare a Mark Twain y se cambien títulos de novelas o cuentos.

Nada nuevo por otra parte. La censura victoriana quitaba lo que encontraba obsceno o malsonante y la censura nazi arianizaba las óperas de Händel Israel en Egipto o Judas Macabeo cambiando títulos y nombres de personajes como las modernas censuras de la corrección política pretenden (y a veces logran) alterar o prohibir cuanto consideren pernicioso, ya se trate de óperas, películas, libros o dibujos animados. ¿Recuerdan aquel: "Somos puritanas. Usamos tijeras, usamos tinteros. Cortamos, rompemos, echamos borrones, bajamos las faldas, subimos escotes" de Historias de la frivolidad de Chicho Ibáñez Serrrador? Pues eso.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios