Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

#quetepegoleche

Mucho han tardado las plataformas digitales en fijarse en uno de los personajes más mediáticos del último siglo: José María Ruiz-Mateos. Un empresario muy peculiar que, de haber vivido entre nuestros días, con el fervor que causan a cada momento las redes sociales, se habría movido como pez en el agua y habría sido un auténtico filón a la hora de captar audiencias. Anuncia RTVE Play el estreno para el 27 de octubre de una docuserie sobre el empresario nacido en Rota pero al que siempre se le ha considerado jerezano a todos los efectos. Será el momento de recordarle en profundidad y devolverle el protagonismo de la actualidad con el que tanto gozaba, seis años después de su fallecimiento. Ruiz-Mateos tuvo una recta final de su vida llena de excesos verbales y ruidosos espectáculos, pero tras unos años de reveses de todo tipo se marchó con un silencio y una discreción a la que no estábamos acostumbrados. Un macabro epílogo lo puso el momento en el que, apenas año y medio después de su muerte, su cuerpo fue exhumado por orden judicial para cotejar su ADN con el de una mujer que afirmó ser su hija. Desde este episodio, apenas se ha vuelto a hablar de él. Los juicios de sus hijos, que siguen envueltos en varios procesos o en prisión, y la enfermedad de su esposa, Teresa Rivero, han sido los últimos momentos en los que el apellido Ruiz-Mateos ha saltado a la palestra. Pero del patriarca apenas si se ha vuelto a hablar. Incluso en Jerez, la ciudad que fue el mascarón de proa de la nave con la que conquistó su imperio, se le ha tratado de olvidar tras amores y adhesiones inquebrantables que se convirtieron en odios y rencores. Y es que el daño que causó con los pagarés de Nueva Rumasa le hizo perder el poco apoyo popular que aún le quedaba.

A la espera de ver la docuserie, en la que a buen seguro no faltarán imágenes grotescas de sus disfraces y frases célebres, sería un error reducir la vida de este empresario tan multidisciplinar como controvertido a cuantas anécdotas se produjeron en los años posteriores a la expropiación de Rumasa el 23 de febrero de 1983.

José María Ruiz-Mateos siempre fue visto como un intruso, impostor y advenedizo dentro de dos de los mundos en los que llegó a acaparar mucho poder como fueron el vino y la banca. También en la religión, a través de asociaciones de la Iglesia, tuvo sus enemigos. Persona sumamente detallista, no dejaba nunca indiferente a nadie y o se le amaba o se le odiaba. Probó suerte también en la política, llegando incluso a ser eurodiputado en lo que quizá, junto a Jesús Gil, fue el primer auge populista, aunque en ese mundo se le consideró como un fenómeno temporal. Y entre Jerez y Madrid, políticos de variado signo le concedieron, a veces con intereses inconfesables, una segunda oportunidad con Nueva Rumasa en la que repitió los pecados originales. En unos tiempos en los que la viralidad lo mueve todo, es volátil y se lleva en el bolsillo, comprobamos que ese fenómeno ya lo había inventado él aunque entonces no supiésemos escribir #quetepegoleche.

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