La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La radio vive. Viva la radio

La radio es gatuna. Está ahí, acompaña, da un toque hogareño imprescindible, pero no exige nada

En 2013 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 13 de febrero Día Mundial de la Radio por iniciativa de la Academia Española de la Radio. Se la dio por muerta cuando se impuso la televisión tras la Segunda Guerra Mundial -en España, pese a nacer TVE en 1956, no se cubrió el territorio peninsular hasta 1961- pero está tan viva como en los años de oro en los que reinó en solitario como el primer medio de entretenimiento e información doméstico. El año que viene (Real Orden de 14 de junio de 1924) se celebrará el centenario de la radio comercial en España como una realidad oficial y empresarial que en los años 30 se convirtió en un fenómeno social. Pasado un siglo, cambiadas tantas cosas en lo que a los hábitos de consumo doméstico de la información y el entretenimiento se refiere, sigue gozando de una salud de hierro que convoca a más de 11 millones de oyentes cada día.

La radio es gatuna. Está ahí, acompaña, da un toque hogareño imprescindible, pero no exige nada. Es independiente y respeta nuestra independencia. Nos acompaña mañana, tarde, noche y madrugada -qué importantes, como cálida compañía, son los programas de las madrugadas- dejándonos libertad de trabajar, leer, hacer faenas o movernos por la casa. Está ahí como si no estuviera, pero qué importante es su discreto y gatuno estar. Lo comprobamos cuando por imprevisión nos quedamos sin pilas y caemos en la cuenta de hasta qué punto puede pesar el silencio que, como su hermana la soledad, es una bendición cuando se lo desea y una maldición cuando es no deseado. Agenda sonora, la radio, por la fidelización que suscita a una determinada emisora, unos determinados programas y unas determinadas voces, marca las horas del día y los días de la semana.

Cuando la televisión le fue quitando concursos, seriales y galas musicales se reinventó, sin dejar de ser lo que era, convirtiendo la información en entretenimiento y la palabra en su arma suprema con los magacines que inventó o llevó a su cumbre como modelo el gran Luis de Olmo. Y con ello encontró una dignidad que la competencia por las audiencias no siempre permite a la televisión. No existe radio basura. Las filias o las fobias de los oyentes de unas u otras emisoras vienen dadas por sus líneas editoriales, lo que mantiene una competencia puramente periodística, al alza, no a la baja, entre ellas. La radio vive. Viva la radio.

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