El próximo año van a bombardearnos desde las diferentes plataformas tecnológicas con la tecnología 5G. En el anterior Mobile World Congress de Barcelona ya nos vendieron sus cualidades mediante una fina campaña de publicidad que consistió en la emisión de una operación de cirugía a distancia; la megavelocidad, la potencia y la precisión saltaron a la vista. Seguramente usted, al igual que yo, aún no sepa si disfruta del tan traído 4G, con el que nos han castigado hasta el extremo, pero ya da igual porque eso es historia. En los últimos días he leído hasta tres analistas diferentes, por cierto en papel, que hablan de que se aproxima otro cambio de época, otra revolución, marcada en este caso por la implantación de la inteligencia artificial y el dominio de los algoritmos.

La Comisión Europea acaba de decretar que España está muy bien preparada para soportar las autopistas digitales que requerirá el 5G, pero que está por detrás de la media europea en la capacidad de sus ciudadanos para usar esta nueva tecnología. Entiendo pues que "vamos bien" para recaudar miles de millones de euros en nuevas concesiones, pero "vamos mal" porque crecerá la desigualdad en la accesibilidad a la tecnología y a los recursos. Algo falla si vamos a dar vía libre a Vodafone para que nos atraviese con megadatos sin ser capaces de asimilarnos ¿para qué los queremos?, ¿o realmente no vienen para servirnos sino para usarnos?

Uno de los consultores para Microsoft más famosos es un científico informático llamado Jaron Lanieres, y hace poco ha decretado críticamente: "El algoritmo está tratando de captar los parámetros perfectos para manipular el cerebro, mientras que el cerebro, para hallar un significado más profundo, está cambiando en respuesta a los experimentos del algoritmo".

Esta afirmación en el caso de nuestra sociedad es aterradora, ya que si no estamos preparados para enfrentarnos a la tecnología digital, ¿qué va a hacer ésta con nosotros?

Hemos visto en estos últimos 20 años cómo ha cambiado la sociedad con el uso de internet y la tecnología digital en general, y no en todo lo ha hecho para bien. La desigualdad, la crisis ecológica y la infelicidad han crecido también, por lo que creo que abrir las puertas a que empresas tecnológicas entren en nuestras mentes sin valorar su impacto, es como permitir el uso de un medicamento sin testarlo prudentemente. Los cambios de época son imparables, seguramente, pero podemos prepararnos, convenientemente.

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