Leopoldo Del Puerto Cabrera

El rifle de Charlton Jeston

Barcos sin honra

Lo dijo con su voz temblona, intermitente, titilante como una estrella del cielo de Hollywood, con la energía que desentierran los viejos de no se sabe dónde al rememorar sus ideas, con la dentadura desencajada, como a punto de dispararse de su compartimento e impactar en alguien del público, y con el rifle en alto a una mano, reluciente, como recién limpiado con Reparador. Fue al ser reelegido presidente de la Asociación Nacional del Rifle, cuando Charlton Jeston espetó aquello de "¡tendrán que arrebatarme el fusil de mis manos muertas y frías!" El actor, que se sepa, tiene ya las manos frías, heladas, y no sabe uno si en la cajita ha habido sitio para el traje de gala y, además, para un fusil bien bonito, para que puedan arrebatarlo los progres, que las violaciones de tumbas están permitidas si es para desarmar a un muerto en pro de la paz de las civilizaciones.

En la Europa occidental, en esta tierra de la sanidad para todos y la tolerancia máxima, de los que usan poco el desodorante para no dañar la capa de ozono, de los que se preocupan por el cambio climático y por las ballenas y por los osos pandas y por el gallo kiriko, de los defensores de la paz mundial y de Sadam Jusein, de los que rechazan fervorosamente a la Iglesia por su pasado incendiario, en esta Europa, como decía, Jeston ha sido el diablo, el francotirador del mal, el asesino de los adolescentes a la salida de los institutos, la lacra mugrienta de la delincuencia organizada, el aficionado a las capuchas de penitentes y a la xenofobia menos sutil. En esta Europa solidaria y comprensiva, la película de Jeston y su rifle, o el rimeic demagógico que llega por los medios informativos, no es, lo que se dice, una historia real -más bien, un filme de ciencia ficción.

La nueva Europa se ha puesto birrete y el título de catedrático en la frente, para que se la vea mejor. Se ha convertido en la rectora de la Moral y de la Ética. Su voz se eleva por encima del Bien y del Mal. Aboga por las prohibiciones e imparte lecciones de principios democráticos no sólo a negros que se mueren de hambre y a moritos que rezan a Alá, también a la sociedad estadounidense, la más evolucionada y con mayor historia democrática de las que pueblan el planeta. En Europa se olvidan de que, a este lado del charco, también hay crímenes y terrorismo y asesinatos de dementes, con y sin pistolas. Se olvidan de que Suiza e Italia también permiten el uso de armas de fuego para la legítima defensa. Se olvidan hasta de las escopetas de caza mayor y hasta de los cuchillos de Albacete, o que con productos de droguería se hacen bombas muy curiosas y presentables. Se olvidan de que la delincuencia y las bandas organizadas que empiezan a prosperar en Europa llevan décadas en Estados Unidos. No es mayor el factor riesgo que conlleva conceder una licencia de armas que conceder una licencia de conducir, o que permitir a la gente vivir en pareja pese a los datos de maltrato. El derecho a portar armas y a enseñar a usarlas es una respuesta sensata, clara, a la vulnerabilidad de la sociedad, a la inseguridad ciudadana que se empieza a vivir también a este lado. Es el ejercicio de un derecho a la legítima defensa. Visto en sus justos términos, es un derecho natural. No es una aberración. Las películas y las palomitas de la paz, que las cuenten en los cines.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios