Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez, 1964: la Academia, Pilar Paz Pasamar, Manuel Lora Tamayo y Antonio Añoveros
He vuelto al ruedo de papel queriendo encontrar las señas de una casapuerta donde las calles no tienen nombre. Porque no es lo mismo arrancarse la coleta que quitársela. He vuelto a este barrio de las letras, inquieto código postal de vecinos que todavía se hacen preguntas, dispuesto a soportar la onda expansiva de las respuestas y, sobre todo, de la ausencia de estas. La gran Joan Didion sostenía que escribir es un acto de descubrimiento; que a veces no sabes realmente lo que piensas hasta que lo pones en palabras. Y en esas estamos, en un ejercicio quizá terapéutico ahora que entre las pocas certezas que conservo está la de que, más allá de los diagnósticos médicos y la ayuda profesional, todos necesitamos terapia de alguna u otra forma. Algunos más que otros, también es verdad…
En uno de los pabellones del frenopático en el que se han convertido las redes sociales en nuestro país, me tropecé hace unos días con el vídeo de una señora que sostenía con suficiencia que «hay que abolir la familia ya de una vez». Se le veía como con prisa por mandarlo todo al carajo. «Ya está bien de la familia tradicional», añadía. La interfecta, que, según observé en los créditos, es una actriz (?) llamada Julia de Castro, sustentaba su perorata con argumentos del tipo «no está funcionando, esa cosa de padre, madre, o sea, eso ya necesitamos romper esto» (sic). La buena de Julia expulsaba su arenga al aire -ante la mirada complaciente de algunos de sus contertulios y la cara congelada por la estupefacción de otros- en el transcurso de un programa de radio que lleva por nombre La Cena de los Idiotas. Nada más que añadir, señoría.
Puestos a cenar prefiero hacerlo, como este pasado viernes, con los Reyes Magos de Jerez. En las antípodas del mitin de la actriz, en el eco de la bodega Los Apóstoles, en el discurso que ofreció Ana Belén Morillo en nombre de Sus Majestades, en la templanza de sus palabras. El recuerdo de su infancia en Barbate, cada cinco de enero con sus abuelos, el amor infinito de sus padres. “La Navidad es la familia”, sentenció. El murmullo de las más de quinientas personas allí presentes se apagó por completo mientras Ana Belén reivindicaba el valor y los valores del hogar. Su mensaje fue un bálsamo. Quizá sea porque las familias son sagradas. Todas. La tradicional, la monoparental, la homoparental, la reconstituida, la de acogida... No se puede abolir lo que es indestructible. Por mucho que pueda decir una idiota.
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