Si al leer en un titular que “Los anuncios electorales de Sánchez superan los 13.000 millones de euros” (El País) recordé el final de La caída del imperio romano con los patricios pujando por el trono –¡Ofrezco dos millones!”, “¿Solo dos millones?: ¡dos millones quinientos mil!”…–, otras noticias me hacen recordar Fargo y Bananas.

Muy del Fargo de los Coen –afortunadamente sin su sangriento final– es lo que se va sabiendo del affaire Maracena: una trama de corrupción urbanística, el secuestro de la concejal que pretendía destaparla para darle un susto, una reunión en un taberna a la que asisten el secretario de organización y número tres del PSOE andaluz, la alcaldesa, su entonces pareja y el concejal de Urbanismo en la que se planea el secuestro, el posible encargo del asunto a unos rumanos, el encargo final a la pareja de la alcaldesa porque, según lo testificado por el secuestrador, dado que sufría una enfermedad mental no “le iba a pasar nada” y si le pasaba “le pondrían un abogado”, cocaína para darse ánimos, una pistola de juguete… Y el secuestro. Todo muy Fargo: el desdichado William H. Macy encargando a los desastrosos Steve Buscemi y Peter Stormare el secuestro de su mujer. Todo muy de cine: cuando la Policía preguntó al presunto secuestrador por qué envolvió el teléfono móvil de la secuestrada en papel de aluminio para que no fuera localizable dijo que “lo vio en una película”.

Muy de Bananas es lo que se va sabiendo sobre la compra de votos que recorre España de norte a sur y de este a oeste a partir de lo descubierto en Melilla. Tanto, que lo resumo en titulares de periódicos de las más diversas líneas editoriales y simpatías: “Detienen a la candidata socialista en Albudeite y a otras 12 personas por un intento de compra de votos”, “El PSOE de Mojácar ofrecía empleos públicos y dinero a inmigrantes a cambio de votos”, “Un juzgado de La Gomera asume la investigación sobre las supuestas irregularidades en el voto por correo”, “Coalición Canaria, PP y Más por Arona denuncian al PSOE por presunta compra de votos”.

El PSOE busca –por puro espíritu de equilibrio, no por aquello del “y tú más”– hasta debajo de las alfombras casos que impliquen al PP. De momento hay denuncias en Villalba del Alcor, Mazarrón, Bigastro y el asilo Moraleja de Sayago. Pelín desequilibrado. No somos un país bananero. Pero sí con políticos bananeros.