La tribuna

Ildefonso Marqués Perales

La socialdemocracia y sus enemigos

12 de febrero 2014 - 01:00

EL Partido Socialista español no se halla debilitado simplemente por sus dudas respecto a su liderazgo. Sus problemas son más profundos. Al menos, desde los años ochenta, los partidos socialdemócratas europeos vienen incubando un mal que reaparece una y otra vez en épocas de crisis económica. Las razones de semejante problema hay que buscarlas, como siempre, en la historia y en las decisiones que se tomaron ya hace algunos años. Conviene recordar cómo se tomaron éstas si se pretende salir del atolladero.

Durante los años ochenta, las políticas económicas neoliberales consiguieron derrotar simbólicamente a la socialdemocracia tradicional. Sus líderes consiguieron convencer a una parte significativa de la opinión pública de que la modernidad estaba de su lado. Al frente, sólo el pasado: sindicalistas decimonónicos, políticos trasnochados y un lumpen perezoso al que una buena dosis de responsabilidad personal no le vendría nada mal. Ante esto, se exigían cambios radicales y, para ello, se creó un oxímoron: revolución conservadora.

Los políticos socialdemócratas europeos se sometieron entonces a un proceso de purificación. No digo que no fuera necesario, de hecho, lo era. La socialdemocracia había modelado nuestras sociedades repartiendo parte de los beneficios generados en las economías de mercado. Ahora tocaba crearlos.

Ahora bien, en importantes sectores socialdemócratas interpretaron que su posición ideológica se debía corresponder con la de un liberalismo de nuevo cuño. Frente a las posiciones viriles y crueles del conservadurismo, la socialdemocracia debía ganarles en la batalla por la gestión. Ellos podían ser más modernos en lo cultural, más compasivos con los demás y, debido a la autocrítica que se habían hecho a sí mismos, podían ser más dinámicos, menos casposos. Por estos años, los socialdemócratas preferían, ante todo, ser "buenos gestores". Eran los años de Boyer y de su beautiful people y de los apóstoles del pelotazo (del España es el país donde uno se puede hacer rico más fácilmente y del la mejor política industrial es la que no existe, Solchaga dixit). Silenciadas o, abiertamente perseguidas, quedaron grandes figuras del partido como un Gómez Llorente, un García Santesmases o un Nicolás Redondo. Eran los precios que se debían pagar en aras de la renovación.

La desnaturalización de los hábitos fue, entonces, un paso obligado. No obstante, en el caso de algunos, fue un auténtico transformismo. Del cultivo de un estilo de vida centrado en la identificación con su electorado, sencillo y austero, se pasó a un estilo de vida seducido por el dinero y sus modos. Socialdemócratas dando clases de liderazgo en escuelas de negocios, dirigiendo las inversiones inmobiliarias en cajas de ahorros y fichando por consejos de grandes multinacionales. Atrás quedó la preocupación por la industria y por los impuestos progresivos (bajar impuestos es una medida de izquierda al igual que los impuestos directos también son una medida de izquierda pues gravan el consumo, se nos decía con insistencia). Al final, todo termino en la tercera vía de Tony Blair que se resume en la famosa frase de Peter Madelson, su consejero, "poco nos importa que la gente millonaria se forre". Pura teoría del efecto goteo (trickle down effects theory), es decir, pura ideología de derechas.

Los electores socialistas son especialmente sensibles ante estos desmanes y es que hay que tener en cuenta, como ha insistido la sociología electoral una y otra vez, que clase social y el tipo de voto continúan estando muy asociados. De hecho, no hay más que fijarse en las simpatías que provoca entre las clases trabajadoras españolas y latinoamericanas la vida de un tipo tan humilde como José Múgica. Además, no deja de tener gracia que, ante tanta beautiful people, la revista Monocle lo eligiera como hombre más elegante del año.

Ahora bien, siempre hubo otros socialistas que no se dejaron cautivar por estos brebajes. O, incluso, se puede decir que los socialistas gauche divine no se siempre dejaron engañar por, empleando a Cervantes, este bálsamo de fierabrás. En España, son aquellos que lucharon para dar cuerpo a la Ley General de Sanidad, la ley de pensiones no contributivas o la ley de dependencia. Simplemente, habría que acudir a esta tradición para ir reconstruyendo los vínculos de una vecindad herida.

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