Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

El sonido de la Navidad

Cada Navidad, sin ser conscientes de ello y casi sin percibirlo, nos volvemos niños de nuevo

La Navidad se anuncia con el soniquete de los niños de San Ildefonso y suena al chiquirritín, a campana sobre campana y sobre campana una y al burrito sabanero que nos lleva caminito de Belén. Pero también; al Tamborilero de Raphael y a Blanca Navidad -White Christmas para las jóvenes generaciones bilingües- o Jingle bells, en las voces de Bing Crosby y Frank Sinatra y, ¿cómo no?, al popularísimo All I want for Christmas is you de Mariah Carey. A Pepe Isbert buscando a Chencho y a Críspulo renunciando a sus regalos de reyes. Y además, en el fondo de nuestros corazones, a la voz de George Bailey gritando emocionado Feliz Navidad a cada rincón nevado de Bedford Falls y hasta al ruido de los cristales golpeados de la oficina del despreciable Mr. Potter, que cada año vuelve para recordarnos que la maldad existe y suele tener nombre y apellidos.

Y es así porque cada Navidad, sin ser conscientes de ello y casi sin percibirlo, nos volvemos niños de nuevo. Felices, caprichosos, tiernos, ilusionados y sentimentales. Cada Navidad, aunque nos empeñemos en negarlo, salimos embobados a las calles para disfrutar de las luces que adornan nuestras ciudades, pegamos la nariz a los escaparates y desliamos los mantecados con la misma furtiva alegría que si abriéramos un regalo oculto en el fondo de un armario esperando a sernos entregado. Pero también, cada Navidad, recordamos el calor del padre que nos abraza junto al belén y al árbol para recordarnos que nada puede pasarnos si lo tenemos cerca. El mismo que pacientemente nos dejaba colocar los pastores en los lugares más inapropiados del belén, donde ni siquiera llegarían las cabras, que sonreía mientras, por el rabillo del ojo, nos veía comernos el chocolate sin encomendarnos a nadie, para que él pudiera hacer el río con el papel plateado del envoltorio; poner a los romanos a desfilar o amenazar al rey Herodes por haber querido matar al Niño Jesús. Todas las Navidades se nos acelera el corazón como cuando éramos niños, sin saber cómo, pero en el fondo, sabiendo por qué.

Navidad es celebrar al Niño que hay en el pesebre. Un Niño que nació para recordarnos que bastaría con que cada uno de nosotros decidiéramos hacer el bien en lugar de hacer el mal para cosechar paz, amor y felicidad en lugar, de dolor, odio y desdichas. Y parece mentira que, dos mil años después, hagamos tan difícil algo que nos debería resultar facilísimo. Feliz Navidad.

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