Manuel Sotelino

Y encima ni llovió

La Crestería

12 de abril 2020 - 06:05

Jerez/Todo lo que se desea pasa como una exhalación. Lo he podido comprobar con amigos que tengo a los cuales todo esto de las cofradías les interesa lo mismo que a mí el equipo que encabeza la liga británica de cricket. Este año ha sido el efecto contrario. Mientras que a mí se me pasaban las semanas santas a la misma velocidad que dura un merengue en una fiesta de cumpleaños, a mis amigos no cofrades, se les hacía lenta como las vigilias obligadas por un dolor de muelas.

Este año ha sido lo contrario. A mis amigos a los que no les gustan las cofradías esto se ha ido en un pis pas mientras que yo tengo la sensación de que el Domingo de Ramos ocurrió más o menos por el Plioceno. Cosas curiosas de la vida.

No hubo pasos y si hubo palcos con gente. Palcos que darán de qué hablar en estos meses que se presentan tan apasionantes desde el punto de vista informativo como cuando estalló la Guerra del Golfo.

Y para colmo de males, ni siquiera llovió. El Jueves Santo unas gotitas que, creo recordar, desde el confinamiento que llevo a rajatabla, que ocurrió a momentos en las que con una hora de ‘gentileza’ se hubiera echado adelante la jornada sin problema alguno.

A eso le llamo yo tener mala suerte. Tardes agradables, levemente nubosas, cuando no hasta con buena temperatura como ocurrió el Martes Santo, creo recordar desde mi inflexible confinamiento.

Finalmente, como apunte final, el arduo trabajo que tienen las cofradías por delante. Esto no ha hecho más que empezar y, a partir de ahora, toca una crisis de caballo que esperemos pase tan pronto como lo pudiera hacer un amigo al cual no nos apetece saludar. Caridad, ayuda y asistencia. Eso es lo que le quedan a los cofrades. Económicamente, el asunto va a salir muy tocado. Pero desde el punto de vista social, los cofrades, una vez más, han estado a la altura. La tormenta va a ser otra. No precisamente la del líquido elemento.

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