
Envío
Rafael Sánchez Saus
Un día en la Fernando III
Línea de fondo
EL cubano Javier Sotomayor es una de las leyendas vivas del atletismo mundial. Fue en Salamanca donde superó el listón que estaba situado en los 2,45 metros. Desde finales de los 80 y en los primeros años de los 90, la selección cubana de atletismo, plagada de figuras mundiales en diferentes disciplinas, solía hacer una especie de pretemporada en Jerez y en Salamanca, antes de afrontar los mítines de atletismo que proliferaban por Europa o los campeonatos mundiales u olimpiadas. Las conexiones de Jerez (Pacheco) y Cuba, unido al apoyo hacia el atletismo del alcalde (Chapín), hicieron posible que algunos de los mejores atletas del momento estuvieran entrenando en Jerez.
Yo tuve la suerte de que Morales me enviase a cubrir la presentación de aquel equipo en el edificio del Patronato de Deportes, que por aquel entonces tenía al bueno de Pepe Carrión como delegado. Recuerdo que hice varias entrevistas, a Andrés Simón que venía de ser campeón del mundo en pista cubierta de los 60 metros, a Jaime Jefferson una de las mejores marcas en salto de longitud y por supuesto a Javier Sotomayor, aunque después le invité a los estudios de Radio Popular de Jerez para que fuese entrevistado allí en directo.
Eso me permitió ir entablando una cierta conexión con Soto y sus compañeros, al punto de que una tarde los llevaba a tomarse algo por el centro, otro los llevé tras el entrenamiento de Chapín a una peña de La Granja donde paraba mi compadre Cayetano e incluso un día Soto comió un puchero en casa de mi madre. El caso es que la última noche, era sábado y al día siguiente tenían descanso, la tuvieron de asueto. Sotomayor me preguntó si había algún sitio de fiesta, pero fuera de Jerez para que los entrenadores no los controlaran mucho. Sería finales de mayo o principios de junio y lo comenté con algunos amigos y me dijeron “hoy es la Feria de Medina” a la cual yo no había ido nunca. A eso de la once más o menos de la noche, en dos coches, varios cubanos, Sotomayor, Jefferson, Simón y como diría Luis Lara, dos bicharracos lanzadores de peso y martillo y un par de amigos tomamos rumbo a Medina. Subiendo para el pueblo mi coche casi no podía tirar con el peso de los lanzadores que iban en la parte de atrás. Pero al final llegamos a la feria.
Todo el mundo se nos quedaba mirando, más bien a los cubanos, que salvo Andrés Simón eran muy altos y grandes. Al llegar a la caseta municipal me dio por preguntar si había alguien del ayuntamiento y me señalaron a un señor que era concejal de juventud o algo parecido. Le expliqué quienes eran mis acompañantes y no sé si fue porque estaba algo achispado o porque realmente valoró la presencia allí de los cubanos que primero decidió coger el micro de un grupo que estaba actuando y presentarlo al público allí reunido, aunque con el jaleo creo que casi nadie se enteró de nada. Luego, cuando se bajó, nos llevó a la barra y nos invitó a todos a beber lo que quisiéramos y al rato se despidió. Sobre las tres de la mañana tomamos rumbo a Jerez y los dejé en la pensión donde se hospedaban.
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