Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez, 1979: Choquet, Esteban Viaña, Manolo Benítez, Falconetti y Nadiuska
ME rindo. Cuando a mí me apetecía hablar hoy de cualquier cosa menos de política internacional, debo reconocer que me ha sido imposible. Tras una campaña electoral que, por lo larga que se ha hecho, debió de empezar poco después de llegar allí Colón con sus carabelas, el nuevo presidente de los Estados Unidos se ha convertido en un agujero negro (lo siento, se llaman así) acaparando toda la atención de los medios sin que se hable casi de nada fuera de las elecciones norteamericanas.
Ha creado el hombre tantas expectativas que, antes de mover un dedo, ya se ha erigido en salvador de la humanidad entera. Porque no solo ha barrido Obama en las elecciones de su país, sino que da la impresión de que se ha ventilado también todos esos problemas que nos traían preocupados a los que vivimos en este otro lado del planeta. Ni las cifras del paro ni la crisis en la que andamos metidos por aquí han hecho sombra a las noticias sobre el líder demócrata de allí. Pero ¿no estaremos exagerando al creer que en sus manos están las soluciones para todos los follones de este y quién sabe si también del otro mundo? Da la impresión, al ver cómo se les cae la baba a unos cuantos paisanos míos, de que el nuevo presidente americano tiene poderes mágicos que nos sacarán a todos las castañas del fuego. Tan guapo lo sacan en las fotos que más de uno ya se hace ilusiones creyendo que va a desmantelar la base de Rota para crear allí un parque de atracciones, o que va a retirar las tropas de Iraq para sustituirlas por una comitiva de Payasos sin Fronteras. Y no es que yo prefiera que, en vez de él, se hubiera mudado a la Casa Blanca el otro candidato (ese al que votan muchos que aún creen que Adán y Eva inauguraron nuestro árbol genealógico), sino que me parece algo ingenuo considerar que ahora, con Obama en el poder, todo va a ser como una misa campesina. Ni este nuevo presidente se va a dejar melenas para cantar con su guitarra melifluos himnos pacifistas ni va a ponerse al cuello un pañuelo palestino. Y tampoco va a pintar los tanques de color rosa ni va a cambiar su política exterior hasta el punto de bombardear Afganistán con una lluvia de caramelos.
Pero es que se han empeñado tanto en vender esta imagen milagrosa de él que vamos a empezar a creernos que se trata de una especie de superhéroe de cómic, como Spiderman o como el Capitán América; alguien que no dudará en socorrernos tan pronto pronunciemos su nombre: ¡Obamaaaaaa! Un hombre, en fin, dotado de tales ultrapoderes que se presentará en un santiamén allá donde lo necesitemos, ya sea en Florida (EEUU) como aquí mismo en La Barca, también de la Florida. Alguien que no vacilará a la hora de resolvernos la papeleta y que, después de salvarnos el pellejo, sin pedir nada a cambio, sonreirá, guiñándonos un ojo, antes de salir otra vez volando, con su capa extendida, para perderse por los aires en busca de nuevas y apasionantes aventuras.
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