Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
RESULTA difícilmente explicable la falta de iniciativas del Partido Popular ante el estallido del caso Bárcenas. Las gravísimas acusaciones de cobros a empresarios beneficiados por actuaciones de distintas administraciones del PP y presunta percepción de sobresueldos irregulares por la cúpula de este partido, contenidas en los llamados “papeles de Bárcenas”, han empozoñado la vida política española sin que el Partido Popular termine de reaccionar. Desde que en un primer momento, a principios de febrero, el partido gobernante y el propio Gobierno anunciasen la presentación de querellas contra su ex tesorero, diversos portavoces han ido pregonando la inminencia de estas iniciativas judiciales, pero pasa el tiempo y no acaba de plasmarse. Sólo la secretaria general, Dolores de Cospedal, formalizó su demanda contras Bárcenas a título individual, en tanto que las querellas de los otros dirigentes se postergan una y otra vez, matizándose siempre que ya están a punto, sin que se materialicen. Se sabe ya que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, uno de los más repetidamente denunciados por Luis Bárcenas, no va a querellarse, y también se constata que los líderes populares no terminan de decidirse a afrontar el problema. Incluso ayer se suspendió la habitual comparecencia ante los periodistas tras la reunión de los lunes. Desde la difusión de los famosos “papeles” la situación no ha hecho más que empeorar. Tanto la propia Cospedal como el secretario de Organización, Carlos Floriano, han quedado ridiculizados por sus pésimas explicaciones sobre la relación contractual de Bárcenas con el PP, su despido y su finiquito a plazos. La tópica imperturbabilidad de Rajoy, partidario de dejar que los conflictos se enfríen, se le está volviendo muy en contra en este caso, en el que está en juego la credibilidad del partido y del Gobierno, en un momento en que la desafección de los ciudadanos hacia la política se agudiza por la confluencia de la crisis y sus consecuencias con los escándalos irresueltos de corrupción. La estabilidad institucional de este país y su vida pública no pueden estar sometidas a las maniobras de personajes como Luis Bárcenas o Diego Torres, el antiguo socio de Iñaki Urdangarín. En el primer caso, urge una respuesta firme y convincente de Mariano Rajoy y del PP en su conjunto, que aclare la verdad de lo sucedido y suponga la asunción de las responsabilidades a que pudiera haber lugar. Esta tormenta no va amainar por sí sola o por cansancio de su principal causante, el hombre de las finanzas del PP durante veinte años, en los que se enriqueció personalmente con métodos que la Justicia habrá de dilucidar y calificar.
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