Tesoro de la Iglesia, patrimonio universal
La ciudad y los días
La que con seguridad es una de las mejores composiciones de la historia de la música, y quizás su cumbre, La Pasión según San Mateo de Bach, es de inspiración religiosa. El que con seguridad es uno de los conjuntos pictóricos más asombrosos de la historia de la pintura, la Sixtina de Miguel Ángel, es de inspiración religiosa. La que muchos consideran la cumbre de la poesía española, la obra de San Juan la Cruz, es de inspiración religiosa. Expresar lo inefable que por su naturaleza se resiste a ser expresado por el lenguaje y los medios de representación humanos obliga a la música, la pintura y la literatura a forzar los límites de lo decible hasta alcanzar estas cumbres. Solo la tensión que es propia de la experiencia religiosa –y solo de ella– puede forzar los límites de lo expresable. “Si en alguna esfera de la vida humana existe algo que le sea específico y peculiar, y que, por tanto, sólo en ella acontezca y se presente, es en la religiosa”, escribe Rudolph Otto en Lo santo.
Bien lo sabía San Juan de la Cruz cuando escribió: “Del éxtasis yo no querría hablar, ni aún quiero; porque veo claro que no lo tengo de saber decir, y parecería que ello es menos si lo dijese”. Afortunadamente lo dijo, llevando la poesía española a cumbres hasta entonces y hasta hoy no alcanzadas. Lenguaje insuficiente. San Juan de la Cruz o lo inefable místico tituló Jorge Guillén su estudio sobre el poeta. Quizás solo cuando el lenguaje es insuficiente –aplíquese al literario, el musical y el artístico– se pueden traspasar los límites de lo decible, lo expresable y lo representable, llevando la creación a alturas que solo la experiencia religiosa puede inspirar. ¡Cuánto se empobrece y achica la experiencia humana si se sofoca la religiosa!
Al igual que San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús también era consciente de que “la gloria que en mi sentí no se puede escribir ni aun decir, […] lo que allí podía hacer era entender que no podía entender nada”. Afortunadamente, con grandes trabajos y siguiendo las órdenes de sus confesores, escribió con su estilo llano –“parece que se le está oyendo su jovialidad, su llaneza, su gravedad simpática cuando trata de asuntos espirituales” dijo de su prosa José Sánchez Rojas- lo que no se puede escribir ni aún decir. Hoy, 442 años después de que alcanzara la alta vida que esperaba, celebra la Iglesia la memoria de esta mujer extraordinaria.
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